

Sabemos que tomó conocimiento de cómo aconteció el homenaje al día siguiente
y nos ayuda pensar que al menos entonces supo de un reconocimiento en la ciudad
en la que vivió por más de tres décadas (tributo al fin, aunque tardío).
Guido siempre se sintió un elegido por la divinidad y tal
vez sabía que su obra discurría por otros caminos casi secretos y misteriosos.
Llevó una vida larga y accidentada pero pletórica de creación y vuelo
imaginativo.
Saludamos a familiares y amigos recordándolo con uno de sus
poemas de “Impacto al infinito” (que otrora en declamaciones públicas fuera abucheado) que se titula precisamente “Recordación” y que es un llamado
de atención y una crítica a la carencia de sentido de “nuestro” tiempo.
“¡Murieron los relojes de cadena!...
Y en su lugar se luce
una pulsera.
Pulseras! Pulseras! Pulseras!
Pulseras!... Pulseras!...
Pulseras!...
las fuertes cadenas
con que ataban los ríos de las
horas
antiguas personas buenas?
Cadenas... cadenas...
cadenas...
Sobre los vientres arrobados
de aquéllas personas buenas
brillaban silenciosas
Pero no eran agresivas
esas fuertes cadenas
-¡tenían el alma cándida!-
y noble la materia.
Hoy en su lugar lucimos
concreta una pulsera.
Mas, qué cambio de frente...
¡y qué maneras!
Las fábricas resoplan todo el
día
para ofrecérnoslas.
Pero ¿qué hacen las fábricas,
vacías,
después de tanto afán y cruel
porfía?
Relojes, relojes, más relojes;
más relojes, más relojes,
todavía...
Giran las ruedas, las correas
bracean.
Ruedas gigantes y pequeñas
ruedas.
Aulladas voces sobre la marea.
Los cables, van y vienen
con esquelas.
Y el ama sola
en silenciosa espera.
Relojes, relojes, más relojes;
más relojes, más relojes de
pulsera.
Por todas partes y en feroz
condena
¡montando las muñecas!
como arañas trepadas y
mordiendo
los feroces relojes de pulsera.
Y qué blasón …
y aire, fuera!
Las agujas, fatídicas conversan
solamente de crímenes y guerra.
Los periódicos gritan.
Las emisoras velan.
Pasan los automóviles con
secretos ¡que hielan!
Relojes, relojes, más relojes;
más relojes, más relojes de
pulsera.
¡Ah!... Ya no existen las
pausadas cadenas
con que ataban los ríos de las
horas
en otro tiempo las personas
buenas!...
¡En su lugar se mira
esa implacable guardia de
pulseras!
Mientras somos más rápidos;
mientras en el alma ¡nieva…!
Agujas, agujas, agujas;
Más agujas, más agujas, más
agujas,
¡más agujas…
para los feroces relojes de
pulsera!
Guido Silva, “Recordación,” Impactos del Infinito, Montevideo, 1951.
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