Los caminos del ángel o
la luna como pan blanco
“... En este corte de círculo
en los hechos
En aquel ventanuco donde empuja la sombra
Está de pie la luna
que como un pan blanco
Cae del cielo.”
E.C.*
En diciembre del año 2013,
en ocasión de la visita que realizamos a la exposición de obras de los artistas del Taller de Orientación Plástica de la Colonia Etchepare, habíamos constatado un
cambio en la pintura de Ángel Silva. Dos años después, el pasado viernes 18 de diciembre de 2015,
fuimos a ver la muestra que año a año organiza dicho taller de plástica con el fin de
mostrar la producción anual de cerámica y de pintura, y creímos constatar una
profundización de aquellos cambios del 2013. No hablamos en detalle de ello con
el artista allí presente, pero sí intercambiamos algunas palabras y alentamos a
que siguiera pintando.
Días más tarde nos enteramos
que ese mismo 18 de diciembre de 2015, a la tarde, Ángel había sufrido un infarto y
fallecido. Al oír la noticia, no pudimos evitar un sobresalto, sentimientos de
culpa (“podría haber sido más afectuoso en el trato, podría haber charlado más
tiempo con él…”) y la pena mezclada con rabia que sigue a la noticia de la muerte de un ser que estimamos. Conocemos desde hace años a algunos pacientes que valoramos por su carácter y/o por su obra artística, pero los vemos en escasas y breves
ocasiones, y desconocemos casi todo acerca de sus vidas, de sus padecimientos y alegrías.
Tratamos de estar al tanto de sus trabajos –en la Colonia a través de la tallerista Isabel Cavadini–, y los ayudamos
en la medida que nos parece posible –desde la escritura y las curadurías de
exposiciones– pero nunca es
suficiente, pues están confinados en un sistema asilar obsoleto, marginados de
la sociedad, relegados en muchos casos por sus familias pobres y
con magros o nulos ingresos económicos.
Obras de 2008
La obra de Ángel Silva,
adelantábamos líneas arriba, había operado una serie de transformaciones en los últimos años, especialmente
en lo que refiere a la organización espacial de sus pinturas. A partir de 2013 se aprecia una mayor
libertad en la amplitud de los blancos de la hoja, así como una creciente
variedad de caminos formales que comenzaban a romper la excesiva regularidad de
los planos y el horror vacui.
Advertimos, además, un alejamiento de la figuración en pos de una mayor
abstracción, al menos aparente.
Cuando la publicación del
libro Otro Arte en Uruguay
(Linardi y Risso, Montevideo, 2009), es decir, en referencia a pinturas
producidas por Silva antes o durante el año 2008, habíamos consignado lo
siguiente:
“…Dice que pintar
es terapéutico, que lo apacigua. De niño le llamaron la atención las películas
de cowboys y mexicanos. Ahora reproduce unas figuras con típicos sombreros
mexicanos y largos macetones desde los que penden vegetales arracimados. Estos
motivos simples realizados con marcadores de color sobre cartulina blanca son
reelaborados en múltiples versiones. Le place explorar los contrastes cromáticos
y crear intrincadas arquitecturas: los sombreros mexicanos ya sin portadores se
vuelven rudos espirales, las macetas crecen como palmeras en jardines de fulgor
abstracto. Con un vocabulario plástico reducido Silva ha creado un mundo
paralelo en donde no se le da tregua al vacío. Su técnica de colores en damero
le proporciona un orden límpido y sin fisuras donde cada parte encuentra el
lugar que le corresponde.”
Obras de 2013 y 2014 (fondo naranja)
Luego de un tiempo sin
producir, cuando Silva retornó al dibujo en el 2013, mantuvo la técnica de los
marcadores sobre papel pero abandonó los motivos vegetales, los sombreros
mejicanos, los automóviles y toda otra figuración claramente reconocible. La
progresión en damero ya no cubría enteramente la hoja y dejaba huecos significantes. En lugar
de la cuadrícula una forma similar a los durmientes de las vías de un tren o a
gruesas costuras comenzaba a suturar y serpentear espacios colorísticos más
distendidos, menos ordenados. Y en el centro de los cuadriculados se presentan
círculos concéntricos de bordes imprecisos (“…la luna que como un pan blanco
/ Cae del cielo”). Tal vez, más que
abstracciones se tratase de construcciones como casas o
edificios sintetizados al máximo. Tal vez sean como vías del tren por dónde su
imaginación discurre buscando salidas y remansos.
La obra de Ángel se expuso
en la muestra “Otro Arte en Uruguay” (Centro MEC, Montevideo, 2008), en la
exposición “Memorias del Inconsciente” (Galería Sur, Punta del Este 2009), en “De
ayer a mañana” (Ministerio de Transporte y Obras Públicas, Montevideo, 2011) y
desde 2008 (año de su irrupción en el taller) en las muestras, ya mencionadas, que realiza
anualmente taller de Orientación Plástica de la Colonia Etchepare a cargo de Isabel Cavadini (Colonia Etchepare, San José).
Sector de la muestra Arte Otro en Uruguay en Centro MEC, noviembre 2008 (en primer plano, "León" de Alberto Panzardi y al fondo obras de Ángel Silva, Juan Carlos Cortese y Miguel Tosi)
Recordamos la viva imagen
que nos produjo el primer contacto con el artista en el invierno de 2008: “Lo
encontramos ensimismado, con un cigarro en una mano y un graypen en la otra,
dibujando en la última luz de la tarde
[…] Nos cuenta que su padre era un obrero y cuando no
había trabajo sobrevivían con lo que podían pescar. Pasó momentos de gran
penuria y de reclusión…”
La obra de Silva es
testimonio de un proceso creativo dinámico, de intenso colorido y febril
concentración, que fue evolucionando según su propio interés y estados de ánimo,
sin apuntalamientos didácticos ni intervenciones de ningún tipo. Es la expresión
de la riqueza espiritual de un hombre que no tuvo una vida fácil, de la síntesis
o amalgama de sus recuerdos, de su lucha por encontrar un orden y una salida al
dolor a través de la pintura. Hoy nos despedimos de su persona pero no de su
obra, que nos confirma la importancia de la creación artística como manifestación
de los valores humanos transcendentes.
* Eduardo Curbelo. La rosa del manicomio (y otros servicios de salud mental), Editorial Yaugurú, Montevideo, 2010.