Una publicidad televisiva local nos vende la imagen de un “nuevo uruguayo” que se ha librado de viejas pautas de comportamiento para consumir toda clase productos y hacerse eco de las más frívolas novedades. Es difícil afirmar hasta qué punto algunas de esas pautas tienen asidero en la realidad. Pero consuela pensar que hay otro tipo de nuevo uruguayo. Aquel que, por ejemplo, sin ignorar la sonada problemática de inseguridad de estos tiempos, se las ingenia con soluciones que poseen color y llevan una marca de “lo uruguayo”.
¿Qué decir si no de este personaje que custodia una casa en las afueras de Solís de Mataojo (localidad del Departamento de Lavalleja)? Heredero del Uruguay pacífico, a la vez rural y burocrático, realiza su tarea de vigilante tomando mate. Es un sereno full-time, que a la noche enciende su gran ojo eléctrico –que le ocupa todo el rostro- para iluminar el frente del hogar. Como los tótem de las culturas amerindias del norte, como los vaivaisukko de Finlandia, la figura de madera aquí cumple además de algún rol secreto –tal vez propiciatorio de entidades superiores – una evidente, luminosa, función tutelar. La cómoda postura con la que “controla” su entorno es única, propia del más ingenioso arte popular.
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