Yo también soy pintor. Muestra retrospectiva de Lía Mainero


A partir de este año 2024, comienza una nueva etapa del proyecto Arte Otro en Uruguay que abre sus archivos y colecciones a la participación de curadores e investigadores externos. En este sentido, se ha invitado a la investigadora uruguaya María Frick a realizar una exposición de Lía Mainero (Montevideo, 1902 - 1964) con obras y documentos pertenecientes a la colección Arte Otro en Uruguay (y préstamos a agentes culturales cercanos al proyecto). La exposición retrospectiva Yo también soy pintor en el Museo Histórico Cabildo de Montevideo inicia este nuevo ciclo. Agradecemos a la directora del Cabildo, Rosana Carrete, haber acogido a esta propuesta y a la curadora María Frick por haber aceptado el desafío de una nueva exposición.

María Frick es Doctora en Historia y Estudios Humanísticos, con orientación en Historia del Arte (Universidad Pablo de Olavide), Máster en Estudios Latinoamericanos (Universidad de Montevideo) y Licenciada en Ciencias Políticas (Universidad de la República). Es investigadora independiente y miembro activo del Sistema Nacional de Investigación - ANII/SNI. Con más de quince años de experiencia en cooperación internacional, ha coordinado el Programa de Cultura de la UNESCO en Argentina, Paraguay y Uruguay. Recientemente ha sido designada coordinadora del Instituto Nacional de Artes Visuales DNC-MEC.



«Lía "Lita" Mainero Berro (Montevideo, 1902 - 1964) fue una artista esencialmente autodidacta, quien produjo un arte difícil de etiquetar y que todavía permanece fuera del relato sobre el arte nacional. Sus obras surgen de una irrefrenable motivación interna y manifiestan tanto la profundidad de su psique como las particularidades de su contexto histórico de producción. 

El lenguaje plástico de Mainero se inscribe en la revolución artística de principios del siglo XX, cuando el interés por la alteridad apartó a los artistas de los convencionalismos academicistas. Se caracteriza por las representaciones simples, el uso de una paleta restringida, la ausencia de perspectiva y una búsqueda que gira en torno a la autoexpresión. Sin posicionamientos, ella desarrolla una imaginería profundamente personal que refleja un mundo interior inquietante y funciona, al mismo tiempo, como sustrato inconsciente de la cultura.

Sus obras revelan la condición femenina en una época en la que surgen los planteos en torno a los derechos y se flexibilizan algunas normas y costumbres respecto a las relaciones amorosas, la sexualidad y los cuerpos. Sus niñas parecen ser mujeres decididas a traspasar los límites de lo socialmente establecido, aventurándose en un mundo de peligro, amor, castigo y redención. Ellas hilvanan una historia de tintes biográficos que desafía la connotación pecaminosa del deseo y el ideal doméstico de la mujer en la familia nuclear.  

Estos elementos crean el microcosmos en el que Mainero construye una identidad como artista al margen de los ideales impuestos por el arquetipo femenino y el canon oficial. Su trabajo revela las formas en las que las artistas modernas se apropiaron de una vocación considerada incompatible con su rol social, decidiendo por sí mismas sus intereses y opciones estéticas en la búsqueda de su reconocimiento en la escena cultural.»

María Frick



Esta muestra se enmarca en el proyecto “Arte Otro en Uruguay”, dirigido por Pablo Thiago Rocca, cuyo objetivo es visibilizar artistas nacionales fuera del canon y de la corriente principal del arte moderno y contemporáneo. 

Su nombre alude a la respuesta de Antonio Correggio a la afirmación de Miguel Ángel de que nunca llegaría a ser un gran pintor, y mantiene el género masculino para enfatizar la insubordinación que caracterizó a la primera generación de mujeres que ocupó su lugar en el circuito artístico de nuestro país.

A principios del siglo XX, los hombres tenían el control de la formación, el mercado y la crítica artística, y desde esta posición enjuiciaron la creación femenina con severidad. Muchas mujeres que se atrevieron a manifestar sus opiniones sobre el arte fueron tachadas de incompetentes, aficionadas o petulantes.

Yo también soy pintor,  conlleva una reafirmación de la identidad como artista.


Colección de Arte Otro en Uruguay. Curaduría: María Frick. 

Agradecimientos:  Kirai de León Mainero, Ana María Arteaga, Manu Herrera Hori, Oscar Ferrando. MNAV.

Inauguración 22 de marzo, 19 h.

La exposición se puede visitar hasta agosto de 2024 en el Museo Histórico Cabildo de lunes a viernes de 11 a 17:45 h (Sábados y feriados laborables de 11 a 17 h)

Dirección: Juan Carlos Gómez 1362, Ciudad Vieja, Montevideo, Uruguay










Rosa Cazhur y Cabrerita: poesía e ilustración


El pasado 29 de febrero en la Fundación Manolo Lima (Punta del Este, Uruguay) se dio la primer actividad del año en la que se habló de artistas del proyecto Arte Otro en Uruguay. 

El tema propuesto fue la relación entre la poesía escrita y la imagen impresa. Se reflexionó en torno a algunos proyectos en los que ha trabajado Pablo Thiago Rocca en estos últimos años y que involucran a los artistas Domingo Ferreira, Anhelo Hernández, Gorki Bollar, Rosa Cazhur y Raúl Javiel Cabrera (Cabrerita). Estos dos últimos ligados al proyecto Arte Otro, articularon de diferente manera esta relación entre texto e imagen. Ambos eran artistas plásticos y poetas, aunque de Cabrerita (Montevideo, 1919 - Santa Lucía, 1992) no se conservan poemas porque los destruía sistemáticamente. Para él escribir y leer poesía era parte del proceso creativo en tanto inducción de un estado anímico propicio a la pintura. Sobre esta cuestión hay varias anécdotas y entrevistas:


     «Él [Cabrera] no estaba loco. Simplemente era un bohemio. Un bohemio empedernido. No le gustaba bañarse, solo le gustaba pintar y tomar mate. Cuando estaba viviendo con nosotros, podía pasar días sin comer: pintaba y leía. Leía mucha poesía. Una vez le insistí e insistí para que comiese algo, le llevé un plato de comida y me lo apartó: “¡No ves que estoy leyendo a Vallejo, purificándome, y me traés comida!”. » Testimonio de la poeta Lucy Parrilla.


  —¿Y qué es lo que pintás? ¿Qué es, quién es esa figura, esa niña que representás? [Cabrerita mueve la cabeza y los hombros como para demostrar desentendimiento].

—Es poesía [dice]; es poesía [repite riendo]…

—¡Pero quién es la persona, la figura representada?

—Recuerdos [dice], recuerdos [y ríe… repite el ademán, vuelve a llevar su mano al pelo, al que alisa inútilmente].

    Javiel Raúl Cabrera, entrevistado por Margarita Mora y Raúl Zaffaroni, en la última entrevista antes de su fallecimiento en 1992


—¿Qué pintás, Cabrerita?

—Pinto la alegría.

—¿La alegría? ¿Así, con tanto violeta?

—Una calavera gris sobre una cortina violeta es la alegría.

    Diálogo entre María Esther Gilio y Cabrerita hacia 1937


Por otra parte, Rosa Cazhur (Durazno,1948 - San José, 2020) mucho antes de que comenzaran las crisis psiquiátricas que la condujeron a la internación en la Colonia Etchepare,  era una artista con una sólida formación intelectual, pues, había estudiado psicología (la dictadura truncó sus estudios), y daba clases de filosofía en el liceo de La Paz y en el N° 22 de La Teja. Tuvo una hija y tras la separación marital, comienza una producción poética en los años setenta de gran contundencia, caracterizada tanto por la claridad como por la profundidad de su voz lírica: 

“Me gustaría que hubiera / Muchos seres que dijeran / Me gusta tu pintura; / Me gusta tu poesía; / Pero más me gustaría / Que hubiera un solo ser / Que me dijera “te amo, / Aunque no pintes ni escribas”.

Rosa, que también fue ceramista, tuvo un pasaje por el taller que se impartía allí en la casa puntaesteña, y para conmemorar las gestas de las infancias trágicas y heroicas de Dionisio Díaz y de Marie Noel Lagranche, realizó una paloma que corona una estela, en un rincón de Pinares. También una paloma aparece como rúbrica para la firma de sus acuarelas.

En la última década de su vida Rosa sufrió serios quebrantos de salud. Eso no impidió que siguiera creando, en especial en cerámica, que continuó desarrollando con el profesor de la Colonia, Álvaro Borrazás. Hacia el año 2017 Rosa concedió una entrevista televisiva en “Por amor al arte”, programa que conducían Jaime Clara y Malena Rodríguez Guglielmole (NSTV) y que intercalaron con las imágenes de las acuarelas que ella donó al Proyecto Arte Otro en Uruguay. Con la mirada de ojos grandes y expresivos, muy demacrada, respondía a todas las preguntas que se le hacían. Le pidieron que dijera uno de sus poemas y sin sombra de duda recitó de memoria uno de los más enigmáticos: 

“Los  elefantes azules / Llegaron por una / Primavera de metal / Llegaron y tomaron / Cuenta de la ciudad / De los árboles de las / Plantas y nadie sabe / Cuándo se irán. / Están haciendo / Caracolas de incisos / Con sus trompas y las / Ramas de mar / Están muy preocupados / Con Paul Éluard / Y un cuadro de Rousseau / Después informo más.”

La charla en el Fundación Manolo Lima discurrió por algunos de estos tópicos. El anfitrión,  Ariel Inzaurralde agregó su conocimiento del pasaje de Rosa por el taller de Manolo Lima y por esta hermosa casa que dio cobijo a tantos amigos y artistas.



























Arte Otro, 15 años: Como encendidos

Por María José Santacreu*


Hay otra versión de lo underground, es decir, de lo que se aleja de la corriente principal, que poco tiene que ver con ser joven, estar enojado y oponerse al sistema. Son esas manifestaciones las que fueron a buscar, hace 15 años, el investigador y crítico Pablo Thiago Rocca y la artista plástica Eloísa Ibarra a todos los rincones del país. Con ellas, empezaron a dibujar un mapa del arte uruguayo que cuenta una muy otra historia.



Parejas de tango, óleo sobre tela, 1972. Colección Arte Otro en Uruguay. Alfredo Lucho Maurente (San Carlos, 1910 – La Paloma, 1975)


Son los exponentes nacionales del art brut, del arte ingenuo, el arte primitivo; artistas excéntricos, autodidactas o naturales que vinieron a enriquecer la visión que teníamos de la producción plástica nacional. Si miramos los títulos con los que los periodistas, en un ya lejano 2008, quisieron dar cuenta de este proyecto que comenzó a mapearlos, veremos fácilmente de lo que estamos hablando: «Los singulares del arte», dijo Nelson Di Maggio, «Los inclasificables», escribió Santiago Hermida en La Diaria, «De lo auténtico», tituló en estas mismas páginas Francisco Tomsich, y Alfredo Torres, fiel a su estilo, remató «Arte otro, arte en bruto o como sea», desde Dossier.

Seguramente todo empezó con Javiel Raúl Cabrera, con el conocimiento profundo y la defensa del valor de su obra que siempre sostuvo Rocca y que, a la postre, lo llevó a ser curador de las dos muestras que organizó el Museo Nacional de Artes Visuales entre 2018 y 2019. Pero a decir verdad, no nos aporta demasiado saber si fue Cabrerita el que lo llevó al resto o si vino todo junto. 

Lo cierto es que Rocca e Ibarra empezaron un relevamiento en 2007 sin recursos financieros y, al año siguiente, el proyecto Arte Otro en Uruguay levantó vuelo –vuelito– con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura. Y decimos vuelito no por ser despectivos con los fondos que se dedican en nuestro país a este tipo de investigaciones, sino por la certeza de que este tipo de proyectos son una obra en construcción constante y que dejan un legado del que, luego, hay que ocuparse y, por tanto, necesitarían recursos sostenidos en el tiempo. Es que nuestro país, de lo que más sabe, es de patrimonio generado a impulsos individuales (coleccione, archivos) cuyo presente descansa pesadamente en hombros individuales o de pequeños colectivos, y cuyo destino es siempre incierto.

«Bueno, ¿qué pasará con el archivo una vez que no lo estemos sosteniendo? Nos corresponde las generales de la ley», dice Thiago Rocca cuando le pregunto. «¿Qué pasa con los artistas cuando fallecen, por ejemplo, con sus obras y sus archivos? Es que aquellos que se han tomado la molestia de ordenar bien el trabajo, de tenerlo estructurado, pueden legar con mayor facilidad sus obras. Y en este caso es lo mismo, intentamos seguir sosteniendo el archivo con una agenda apretada de actividades y con un orden bastante estricto en cuanto al material que generamos, que registramos, que relevamos. Hay dos aspectos del proyecto Arte Otro: uno es el material informativo que se ha ido generando y otro es la colección, diría casi involuntaria, de piezas de arte que artistas y familiares han ido donando, y a los que no he sabido decir que no. Y, bueno, ahora también es una responsabilidad darle difusión, mantenerla organizada y en condiciones de guardado adecuadas –lo que no es sencillo porque tiene un costo–, pero estamos tratando. Poco a poco nos hemos abierto a la participación de otros investigadores, como es el caso de María Frick, con quien vamos a hacer una exposición de Lía Mainero el año que viene, en marzo, en el Cabildo. Y así vamos a ir invitando a otra gente para que trabaje con la colección y con el archivo, produciendo textos y contenidos que pueden derivar hacia otros ámbitos, universitarios, no universitarios, de la plástica. Hay mucho por hacer y, mientras tengamos fuerzas, vamos a seguir.»

Cualquiera que tenga la suerte de haber conseguido el libro Otro Arte en Uruguay1 –hoy inhallable en librerías– quedará hechizado por los artistas y sus historias, y , sobre todo con la obra descubierta. El que no tenga tal suerte puede bregar por una reedición ampliada y actualizada o consolarse visitando el blog2 del proyecto, desde donde puede seguirse cierto camino andado e ir enterándose de las novedades (exposiciones, noticias, entrevistas, etcétera). «Me parece que todavía no está escrita del todo la historia de los artistas autodidactas en la plástica uruguaya, que de algún modo tienen que permear el canon, tienen que incorporarse como ha sucedido en Brasil, como sucede en Paraguay y en Chile, en donde artistas autodidactas ya forman parte de las colecciones estatales. Acá solamente tenemos el caso de Cabrera y alguno más, pero son muy pocos en relación con la gran producción que hay de artistas de calidad que merecen estar en los acervos públicos, en los acervos estatales, y tener un reconocimiento acorde a la vida que han dedicado a estas obras», señala Rocca.

Quien recorra Otro Arte en Uruguay se encontrará con los expresivos pasteles de Miguel Ángel Tosi, las visiones enjoyadas de Alexandro García, el puntillismo obsesivo de Cyp Crisitiali, los enigmáticos hombers casa de Juan Carlos Cortese, la fuerza visceral de las tintas de Rosa Cazhur, además de con todos los que expandieron los universos de su mente en esculturas que pueblan muchos jardines de Montevideo y el interior, que se expanden y trepan y se hacen obra en fachadas, paredes, rejas, casas enteras. Recorrer este arte otro es un ritual de lo inhabitual, entrar en un sistema de universos paralelos excepcionales, a menudo asombrosos, siempre desplazados, por momentos insólitos.


¿Por qué nos fascinan tanto estos universos? A lo mejor porque, desde hace ya demasiado tiempo, el arte cuando busca sorprender lo hace desde un lugar irritante, calculado y, a menudo, soberbio. Porque nadie va a negar la importancia del mingitorio de Duchamp, las sopas de Warhol, el tiburón de Hirst, etecétera,3 pero qué cansancio. Ni vamos a creer que a estas alturas una banana pegada a la pared con cinta pato4 va a cambiar nada, como sí lo hicieron los ejemplos anteriores, para bien o para mal. Pero es innegable que cuando vemos este otro arte, con su autenticidad, su imperfección, a menudo su inevitabilidad, su sufrimiento, pasión y emoción, volvemos a creer en cosas que solo el arte es capaz de convocar, y que redimen a la humanidad de todos sus pecados.


1. Librería Linardi y Risso, 2009 Proyecto subvencionado por los Fondos Concursables del Ministerio de Educación y Cultura.

2. arteotroenuruguay.blogspot.com

3. Sí, ya sé que no es todo lo mismo.

4. Sí, también me doy cuenta de que mis ejemplos son «un poco chotos» y que debe de haber mucho de interesante en el arte contemporáneo que probablemente le dé otra vuelta de tuerca al multimillonario mercado, incluyendo la estafa de los NFT o lo que sea el último grito de la moda en la materia.


* Nota publicada en Semanario Brecha, Año 39, n° 1986, p. 30 Montevideo, el 15 diciembre 2023 

"La cultura otra". Entrevista de Gerardo Mantero a Pablo Thiago Rocca


Pablo Thiago Rocca es director del Museo Figari, crítico de arte, reconocido poeta y, por su trayectoria, un profundo conocedor de la realidad del escenario de las artes visuales. Desde hace 15 años viene trabajando en el proyecto de investigación Arte Otro, que, a partir de publicaciones y muestras, nos descubre una singular producción artística por fuera del canon. A diferencia de Jean Dubuffet, que consideraba al arte otro como un fenómeno anticultural, Rocca valoriza estas expresiones como una cultura otra y, de esta forma, realiza un importante aporte en el mapeo del arte nacional.


Ergasto Monichón (San José, 1891-1987)
"Rey enjaezado". Colección Arte otro en Uruguay

—Arte Otro es un proyecto de investigación cuyo objetivo es relevar las obras en el campo de las artes visuales consideradas fuera del canon y que has llevado a cabo desde 2007 hasta la fecha. ¿Cómo nació la motivación para internarte en esta investigación?

—Creo que parte de varias cosas. Por un lado, de cierto cansancio en relación con el arte contemporáneo, en el sentido de que hay una suerte de endogamia y demasiado rumiar en torno al asunto conceptual y teórico que a veces fatiga un poco –no en todos los casos–, y uno siente la necesidad de buscar otra frescura y otras cosas. Pienso que las artes visuales y plásticas son, fundamentalmente, un producto del espíritu humano –no sé si un producto–, son algo que emana y que tiene que ver con lo no verbal, y que, por lo tanto, no necesariamente exige una formación, sino que también se da –y no estoy diciendo nada nuevo– en los autodidactas. Y me pareció que en Uruguay ese campo, ese territorio no estaba suficientemente explorado y que, además, algunos artistas que yo entiendo que pertenecen a ese campo fueron ignorados. Justamente, me parecía que podíamos trabajar en eso y sacar cosas a la luz.

—¿Cómo fue la metodología de trabajo? Supongo que es un campo bastante difícil de investigar, porque tenés que detectar artistas, obras, lugares…

—Sí, existe una literatura sobre el tema a nivel internacional, desde Dubuffet a los ingenuos, los primeros naífs. Hay un interés, sobre todo en Francia, muy acusado. Hay expresiones que no se pueden ajustar a un canon eurocentrista de lo que se conoce como arte moderno o arte contemporáneo. Por tanto, teniendo como referencia esa bibliografía, establecí una serie de categorías muy cuadradas, si se quiere, de lo que podría denominarse arte naíf, art brut, arte tribal e hice una especie de planilla para visualizar qué es lo que yo quería relevar. Y después me fui dando cuenta de que todas esas categorías, cuando te enfrentás al hecho estético producido por una persona, son muy falibles y son muy perfectibles. Es decir, se pueden correr, pero de algún modo también te dan un marco para comenzar a investigar. Y con la ayuda y la generosidad intelectual de artistas y directores de museos, empecé a hacer consultas sistemáticas; por ejemplo, les preguntaba si conocían a algún artista autodidacta dentro de su barrio, alguien que tuviera obras en su casa. Y, de pronto, si no conocían a nadie, me derivaban a otra persona que pudiera saber de algún caso así. Entonces, me puse a hacer ese seguimiento sistemáticamente durante un par de años y aparecieron cosas interesantes. Empecé también a echar a rodar una bola de nieve que no ha parado y me ha capturado también, por eso el proyecto sigue al día de hoy. Porque todavía hay gente que me llama y me dice «tenés que ver esto» o «tenés que trabajar con tal artista». Y ahí uno va generando y produciendo idea, concepto.


Alda Pereira (Tacuarembó, 1945-2019)  
"La gallina azul", pintura acrílica sobre fibra, 2015. Colección Arte otro en Uruguay

—¿Cómo delimitás esa línea difusa entre quien puede ser un artista naíf o quien puede considerarse simplemente un artista que probablemente nunca accedió al circuito oficial?

—Es un elemento subjetivo. Es decir, no es matemático, siempre termina primando la subjetividad. Creo que el autodidactismo es un eje en el que hay que pensar estas expresiones, pero hay excepciones que se dan frecuentemente. Una de ellas sería el caso, por ejemplo, de Cabrerita, Javiel Raúl Cabrera: él es, básicamente, un autodidacta, sin embargo, tuvo un contacto con Joaquín Torres García que influyó en su obra.

—Igualmente, hay artistas autodidactas que integran el canon.

—Sí, es cierto. Pero, retomando lo que te decía, la pulsión en Cabrera es mucho más fuerte que toda la influencia que pueda tener de Torres y de cualquier expresión de arte moderno. Vos no podés decir que Javiel Raúl Cabrera es un artista constructivo, pasa por otro lado, es un tema de interioridad, de psiquis que no se ajusta. Por supuesto que hay artistas autodidactas que entran en el canon, pero entran, en general, a través de una tradición. A veces no, pero en esos casos es más difícil establecer si pertenecerían o no a este proyecto. Eso es materia de discusión.

—Hay otra categoría en la que, justamente, entra Cabrerita, que es el arte de los que tienen problemas psiquiátricos. Es un tema sobre el que se puede encontrar abundante literatura. Parecería existir cierto parentesco con el dibujo de los niños, con cierta frescura propia del dibujo de los niños.

—En cierta medida, sí. Es lo que Dubuffet llamaba art brut. Pero es peligroso tratar de asimilar un padecimiento psíquico a la creación artística. Porque hay casos acá en Uruguay, por ejemplo, el de Emilio Mas, un pintor formado que vivió muchos años en el Vilardebó, primero, y, luego, en la Colonia Etchepare y nunca perdió su dominio dibujístico de estilo académico, incluso atravesando las peores crisis. Por otra parte, hay artistas –por ejemplo, Aldo Olase– que eran naífs antes de entrar a la colonia, donde están todavía, y siguieron siendo naífs… Quiero decir una cosa muy simple y obvia: estar loco, tener algún padecimiento, como, por ejemplo, esquizofrenia, no garantiza que tengas cualidades o talento. Es cierto que en algunos tipos de trastornos psicológicos parece haber una cierta predisposición a hacer un tipo de obra que resulta interesante, no se puede negar, pero tampoco es garantía de cualidades artísticas. No son categorías asimilables, uno no puede decir «pinta bien porque está mal de la cabeza o porque tiene un trastorno de algún tipo».




Bancos azulejados de Betty Galán (Nueva Helvecia, 1938) en Nueva Helvecia

—Tu trabajo también pone en cuestión el tema de la alta cultura y el arte popular. Me acuerdo de la obra de Matosas, o del caso de Betty Galán y sus asientos con azulejos…

—Ese es un caso que encontré avanzado el proyecto y que es interesantísimo. Y más pensando que ella no consideraba que lo que hacía tenía algún tipo de valor. Sí, lo pongo sobre la mesa para discutir. Tampoco pretende ser una apología del autodidactismo ni de la supremacía de estos artistas. Pienso que la historia del Uruguay –y creo que coincidirás conmigo– se caracteriza por tener muchos olvidos y por despreciar o no saber valorar a tiempo a sus artistas. Entonces, lo que yo quería era darles otra visibilidad. Las fronteras de lo que estamos hablando son muy porosas, y te pongo un ejemplo que me parece emblemático: Magalí Herrera era una persona que empezó a pintar de mayor, a los 50 años. Era esposa de un diplomático y viajaba por el mundo; una persona muy culta, gran jugadora de ajedrez, una introductora de la disciplina macrobiótica en Uruguay, es decir, una personalidad muy rica, muy interesante, que fue a Francia en pleno Mayo francés, en el 68, y conoció a Dubuffet, quien la adoptó como una artista brut. De hecho figura en su colección y está en el Museo [Olímpico] de Lausana. Sin embargo, cabe preguntarse si verdaderamente era una artista brut. Si tenemos en cuenta las categorías del propio Dubuffet, es importante recordar que no se le conoció ningún padecimiento psiquiátrico, lo que sí tenía es que era autodidacta. Cuaja también dentro de una corriente informalista.

—Después de tantas entrevistas con estos artistas tan peculiares, ¿cómo ven ellos el círculo del arte instaurado? ¿Pretenden llegar a él? ¿Lo ven como algo lejano?

—Si algo aprendí es que cambia en cada persona.

—¿Son rechazados por el sistema?

—Algunos son rechazados, otros asimilados rápidamente. Tenemos el caso de Alexandro García, que, a partir de una exposición que hizo el [Museo Histórico] Cabildo y de su posterior integración al proyecto Arte Otro, vinieron de Francia y les gustó su obra. Ahora trabaja para una galería, pero sigue con su rollo: él es un artista que produce a partir de haber tenido avistamientos con extraterrestres y tiene toda una teoría y una reflexión en torno a eso, una práctica, una prédica.

—¿Y su obra se basa en ese tema?

—Sí, pero no es una representación de lugares a los que ha viajado o visto, sino que es una elaboración simbólica, no se trata de copiar nada. Pero le está yendo muy bien, hizo una exposición este año en la galería de Christian Berst, que es especializada en art brut, y vendió todo, cosa que no se puede decir de muchos artistas en el mundo.

Alexandro García (Montevideo, 1970)
“El guerrero del arcoíris”, 2008. Colección particular.

—¿Pero hay artistas que tienen desconocimiento del círculo de arte oficial, otros que pretenden entrar y lo ven como algo totalmente lejano, y otros a los que no les interesa?

—Hay de todo, hay de todo. Ahora hace mucho tiempo que no voy, pero en la Colonia Etchepare había surgido una serie de artistas en torno a un taller que tenía Isabel Cavadini, que era una tallerista que les proporcionaba los materiales técnicos y los dejaba hacer, y ahí surgieron cosas muy interesantes de artistas que realmente están por fuera de la realidad, marginados de la sociedad. La Colonia Etchepare es un sistema que se creó a principios del siglo XX con otra mentalidad, eso se fue desvirtuando; es decir, el sistema de pabellones estaba pensado para que se autoabastecieran ellos y cultivaran y trabajaran, pero todo eso se fue desmembrando hasta llegar a situaciones espantosas. Dentro de la colonia también hay situaciones muy distintas, pero igual el aislamiento es algo muy notorio y hay artistas que desconocen cómo funciona el tema del arte, sin embargo, a partir de algunas exposiciones del proyecto, tuvieron la oportunidad de sentirse como artistas, que de hecho lo son, pero pudieron acceder al reconocimiento social como tal. Igualmente, son casos aislados y que varían de acuerdo a cada persona.

—Si te pidiera que eligieras tres casos por la calidad de la obra, por lo excéntrico o por el contexto –exceptuando el caso de Cabrerita, que es conocido–, ¿a quiénes destacarías?

—Difícil lo que estás pidiendo. Mirá, hay un artista que a mí me gusta mucho, que era autodidacta y de corte netamente popular, fallecido ya: Guillermo Vitale. Era un escallista de azulejos, hacía mosaicos con recortes de azulejos. Tapizó todo el Cerro y también algunos lugares de Buenos Aires, como La Boca. Es un trabajo fantástico, de mosaico, de azulejo, que está en el libro… Era un artista que a mí me parece muy dotado, con un gran sentido ornamental. Ese es uno que destacaría. Después, por lo que ha generado en otros artistas, me interesa Lucho Maurente, un pescador de La Paloma. Carolino él –nació en San Carlos–, pero fue a pescar a La Paloma y se instaló allí, donde comenzó a tallar unos tocones de madera dura y a hacer una obra. Para mí esas tallas de madera son soberbias, muy ingenuas y, al mismo tiempo, con ese conocimiento innato o esa cosa que tienen los artistas que no tienen una formación pero que se enfrentan a algunos problemas y los resuelven de manera brillante, a veces con humor. Enrique Gómez, el galerista o marchand, tenía en su casa una talla de un Cristo, de Lucho Maurente, que fue hecho a partir de un tocón vertical. Maurente comenzó a hacer la talla y llegó un momento en que se dio cuenta de que no podía extender los brazos de la cruz, entonces le hizo unos brazos cortitos, sin embargo, tiene una consistencia y una unidad en la obra que es genial. Maurente –que además tiene obra en pintura muy naíf– tiene obra también en espacios públicos, que modeló con arena y pórtland; hizo el Cristo de los pescadores, unas sirenas que oficiaban de cariátides en el restaurante que él tenía, que se lo demolieron, pero que era una especie de museo vivo del arte naíf y que influyó mucho en algunos escritores, como Haroldo Conti, al que yo admiro; de hecho, aparece en novelas de Haroldo y en un cuento precioso que se llama Tristezas de la otra banda, que recomiendo leer. También influyó mucho en Juan Carlos Legido y Silvina Bullrich. Era un personaje de la bohemia también, y gran parte de la farándula argentina de los años sesenta y setenta iba a comer al restaurante. El que era muy copado con todos estos temas era Germán Cabrera, [Nelson] Di Maggio dice que fue él quien "descubrió" a Maurente.



Alfredo “Lucho” Maurente (San Carlos, 1910 – La Paloma, 1975)
Parejas de tango. Colección Arte otro en Uruguay

—Arte Otro se inscribe dentro de los pocos ejemplos de investigación en el arte. ¿Cómo has logrado financiarlo en el tiempo? ¿Hay una proyección de seguir?

—Sí, he tratado de organizar, de hacer una agenda, un calendario, tratando de, por un lado, producir textos, me refiero a artículos o capítulos de libros. Edité un libro y catálogos… Está el catálogo de la exposición de Fundación Unión Arte naíf en Uruguay, que es parte del proyecto; y después, exposiciones individuales de algunos de estos artistas, porque, paralelamente y de forma casi involuntaria, muchos artistas me fueron donando obra, también Enrique Gómez me legó un montón de piezas de estos artistas, y cuando quise acordar, tenía una especie de colección. Entonces, además del proyecto, la idea es mover ese acervo; por ejemplo, la obra de Rosa Cazhur –que era una artista que estuvo internada muchos años en Etchepare– se exhibió en la Fundación Mario Benedetti a principios de año. Ella me dio la obra sabedora de que yo estaba con este proyecto y con el cometido de que le diera difusión. Entonces, me siento responsable de mostrar, y así me pasa con muchas cosas de las que tengo en casa, que no las puedo vender, que no me interesa tampoco, pero sí darles difusión. En síntesis, he tratado, por un lado, de hacer una agenda de ponencias y de artículos. Acabo de participar en una jornada sobre  Carlos Liscano, que tiene una producción relacionada al arte otro muy interesante, que yo no conocí hasta hace poco.



Acuarelas de Rosa Cazhur (Durazno, 1947 – San José, 2020)
Colección Arte otro en Uruguay

—Yo vi una exposición suya en la ya desaparecida Fundación Unión. ¿Va a seguir teniendo continuidad tu proyecto de arte otro?

—Claro. Y él cuando estuvo en la cárcel tuvo contacto con Escritos sobre arte, de Dubuffet, y se le prendió la lamparita y empezó a hacer cosas, algunas dentro de esta cuestión. Vengo a dar una charla sobre eso. Ahora, el jueves que viene, habrá un encuentro franco-uruguayo, organizado por Hugo Achugar en el CURE [Centro Universitario Regional Este] de Maldonado, sobre la evolución de la cultura; ahí voy a hablar de la evolución de la cultura y de la dictadura también, del pasado reciente en Uruguay. Voy a ver un poco el tema de la producción de arte otro durante la dictadura y si hay algún punto de contacto. Porque hay una diferencia importante con respecto al criterio que usó Dubuffet y el que usé en Arte Otro. Dubuffet decía que estos fenómenos eran anticulturales, que no pertenecían a la cultura. Yo partí desde otro punto. Pensé que formaban parte de un tipo de cultura otra, pero que sacarlos de la cultura era relegarlos de nuevo al olvido. Entonces, hice una operación distinta. Y, por lo tanto, estoy viendo qué artistas…, o sea, que están en la cultura quiere decir que son sujetos históricos, dignos de historiar, que no es como se piensa del arte infantil, por ejemplo, que está como fuera de la historia. Ellos están en la historia y son afectados a veces más, a veces menos, por lo que pasa. Estoy viendo qué pasaba con algunos artistas durante la dictadura, que para mí fueron impactados por todo eso, por la represión. Retomando un poco el tema, tengo una agenda de artículos y pienso seguir con las exposiciones. A fin de año, en La Paloma, tenemos ya agendada, en la segunda quincena de diciembre, una exposición de Lucho Maurente y de sus procesos creativos, porque tengo en la colección de Arte Otro dibujos preparatorios de su obra, porque él era un artista naíf pero se esforzaba por no serlo. En suma, la idea es dar difusión a estos artistas y, en algunos casos, también donar obras o tratar de ayudar a los artistas que están vivos, así como a las instituciones interesadas en estos temas, que no son muchas, acercando material, donando a bibliotecas lo que se va produciendo. Pienso que esta es la etapa que viene ahora del proyecto: invitar a curadores externos a que trabajen tanto con la colección como con algunos artistas para abrir un poco el juego, porque, si no, se vuelve demasiado difícil.


Entrevista a Pablo Thiago Rocca por los 15 años del proyecto Arte Otro en Uruguay. Revista La Pupila, Año 15 / n° 68, noviembre 2023. 


Un mundo feliz

Monichón, Galeandro, Rodríguez Pimienta.
Tres artistas de la Colonia Etchepare hacia 1970.

 

En el marco de la inauguración de EL GRAN TALLER, "una muestra procesual realizada en colaboración con artistxs, colectivxs, talleres y espacios culturales de Uruguay, Argentina, Brasil y Catalunya" el proyecto Arte Otro en Uruguay, en conmemoración a sus 15 años, presenta la muestra Un mundo feliz, obras de Ergasto Monichón, Ángel Galeandro, Elbio Rodríguez Pimienta. Tres artistas históricos de la Colonia Etchepare hacia 1970. 

EL GRAN TALLER es una propuesta de Cósmica, Pozodeagua (Macarena Montañez y Pincho Casanova). Inauguración 24 de noviembre de2023, 20:00 en TRIBU Espacio Cultural (Maldonado 1858 Montevideo).

Desde sus inicios, hace 15 años, el proyecto Arte Otro en Uruguay encontró puntos de contactos con el concepto de art brut de Jean Dubuffet (Le Havre, 1901 - París, 1985)​, surgido en la Europa de la posguerra. Sin embargo, no coincidimos con las ideas del artista y teórico francés respecto a que estas expresiones se sitúen al margen de la cultura. En nuestro país, tal posición hubiera supuesto despojar a los creadores autodidactas de su historia individual y social, invisibilizando aún más sus aportes al panorama artístico local.

Dependiendo de las condiciones materiales y los contextos sociales en que produjeron sus obras, los artistas “otros” fueron más o menos influidos por el ambiente cultural o interpretados desde posiciones contradictorias en los tiempos de crisis institucionales.

Hemos identificado tres grupos diferentes de “artistas otros” según su relación con dichas crisis. Esta muestra que preparamos para El Gran Taller de Cósmica, corresponde al primer grupo que llamamos tentativamente, de la ironía involuntaria.

En el año 2012 el proyecto arte Otro en Uruguay recibió una donación de la artista Yvonne D’Acosta de dibujos, monocopias y pinturas creados por artistas de la Colonia Dr. Bernardo Etchepare en 1970. Es probable que el destino de estas obras fuera la exhibición en la Feria nacional de libros, dibujos, artesanías y grabados de Nancy Bacelo. Habían quedado en poder de una familiar de Yvonne, Hélène Charrón de Ambrosoli, presidenta hacia 1970, de la Comisión de Ayuda a la Colonia Dr. Bernardo Etchepare y Dr. Santín Carlos Rossi.

Estas obras tienen en común un aspecto físico y otro temático. El primero es que están realizadas en hojas con sellos estampados en su reverso: “Ministerio de Salud Pública. Colonias de Alienados. Servicio de Laborterapia”. Parece que era muy importante dejar bien claro de dónde procedían los dibujos porque estos sellos se repiten de dos hasta cinco y seis veces en la misma hoja. Lo segundo, en la temática, es que los dibujos representan un mundo idílico que tiene por protagonistas a personajes del cine, la radio y la televisión.

Un registro fílmico realizado por Mario Handler en hacia 1971 (cortesía de Mario Jacob y digitalizado por el Laboratorio de Preservación Audiovisual del Archivo General de la Universidad de la República), da cuenta de las terribles condiciones en que se encontraban, por esa época, muchos pacientes psiquiátricos de la Colonia Ethcepare. La Colonia es un ambiente asilar, fuera de la ciudad, lejos de la ciudad, como una isla.

Estimo que los pacientes que participaban de este servicio de laborterapia eran los que estaban en mejores condiciones, pues contaban con recursos para expresarse. En un folleto de una exposición organizada por Enrique Gómez ese año de 1970 (Cabrerita, Monichón, Musetti, Galería U) y apoyada por la Comisión de Ayuda de la Colonia, se puede leer: “ La tarea que realizan las Comisiones de Ayuda a la Colonia Etchepare, no sólo tiene por finalidad mejorar las condiciones de vida de los enfermos internados, sino también estimular sus aptitudes para el trabajo, y en este caso sus condiciones artísticas, en el convencimiento de que con ello se les brinda mayores posibilidades de recuperación.”

Si uno se guiara por la temática de los dibujos de los tres artistas -Ergasto Monichón, Ángel Galeandro y Elbio Rodríguez Pimienta- se pensaría que ellos no eran demasiado conscientes de lo que estaba sucediendo tanto dentro como fuera de la Colonia Etchepare. Sin embargo, y pese a las loables intenciones de la Comisión de Ayuda de la Colonia, creemos que son la resultante de un clima social donde prima la represión y el aislamiento.

Conocemos la Colonia Etchepare y sabemos que las realidades dentro de este centro, que ocupa 360 hectáreas, son muy disímiles. Pero en 1970 –y lo mismo hasta hace algunos años atrás cuando frecuentamos por última vez el establecimiento-, resultaba imposible desconocer la situación de los pacientes que estaban en peores condiciones (como algunas imágenes del documental de Handler nos permiten verificar). Los hombres en andrajos, alimentándose con la mano, olvidados por la sociedad, solos en el absoluto desamparo.

Estos dibujos, en cambio, no reflejan penuria alguna. Incomunicados, aislados, se conecta a estos pacientes artistas con la realidad del mundo exterior a través de la televisión y las revistas. Los dibujos y pinturas de Elbio Eulogio Rodríguez Pimienta y de Ángel Galeandro –pacientes de los que no hemos podido conseguir mayor información, por mucho que hemos pesquisado- son sintomáticos de una realidad cristalizada, aislada, idealizada. Detrás del florido e idílico mundo de la televisión asoma una tensión latente, en las risas tiesas y en el nerviosismo de los gestos y las sombras que acechan.

Como un efecto colateral e indeseado por los talleristas de la Colonia, tal vez bien intencionados pero temerosos de que los pacientes salieran de su aislamiento, son encapsulados por una realidad beatífica, perversamente ingenua si conocemos aquellas realidades que se vivían dentro y fuera del establecimiento asilar. 

 

A este grupo lo llamamos de la ironía involuntaria porque sin proponérselo ofrecen lecturas colaterales, que pueden dar a entender un doble confinamiento: el del apartamiento físico de la sociedad y el mental, vehiculizado por un inauténtico canal de comunicación nutrido con programas de divertimento y chismes de la TV: “Los novios del año”, “El show del mediodía”, “Troy Donahue”.  Estas obras podrían ilustrar una realidad distópica semejante a Un mundo feliz de Aldous Huxley, donde nada es lo que parece.

En la misma carpeta, junto a estos dibujos, nos llegaron también las obras de Ergasto Monichón (San José, 1891-1987). Este cantante de ópera que estuviera recluido sesenta años en instituciones psiquiátricas, poesía una gran cultura y sensibilidad. Con hojas blancas y simples lápices de colores de trazo muy fino y envolvente, de pulso ligero y bien dotado para el claroscuro, logra desarrollar atmósferas barrocas en donde se entremezcla el drama, la sensualidad y el misticismo. Sus temas predilectos son las escenas bíblicas, los sucesos históricos y escenas operísticas que recrea con los gestos histriónicos de las figuras y el medido erotismo de las poses. Sus personajes de grandes ojos y cabellos ensortijados viven el suplicio o la gloria supremos: han sido tocados por un destino mayor que los ilumina. Los dibujos de Monichón parecen captar ese momento preciso y precioso de la apoteosis y la entrega.


Hay, sin embargo, una obra que llegó con esta misma carpeta pero que no presenta los sellos del Servicio de Laborterapia, como si hubiera escapado de la mirada de los funcionarios. Se trata del estupendo dibujo “Cazador de monstruos”, tal el título que se lee en el margen inferior de la hoja. Este cazador, mezcla de felino y primate, pese a estar rodeado de mariposas, es también un monstruo, y podría verse como la contracara de las imágenes edulcoradas de la televisión que pintaron sus colegas.

Sabemos muy poco de la vida de Ergasto, salvo que tuvo una existencia longeva y que que 1927 ingresa al Hospital Vilardebó padeciendo alucinaciones y luego es trasladado a la Colonia Etchepare donde transcurrió el resto de su vida. Dejó una obra intensa, aunque lamentablemente (la que ha llegado hasta nosotros) muy escasa. Sus familiares lo recuerdan como un hombre sereno y cariñoso.

 


Obras expuestas de la Colección Arte Otro en Uruguay

 

Ergasto Monichón (San José, 1891-1987)

Obras en lápiz sobre papel. Salvo “Cazador de monstruos” todos llevan el sello: “Ministerio de Salud Pública. Colonias de Alienados. Servicio de Laborterapia.”

1) “Meditación...” 65 x 45 cm.

2) “Cazador de monstruos” 23 x 16, 5 cm

 

Elbio Rodríguez Pimienta (sin datos)

Acuarela y tinta sobre papel. Todos llevan el sello: “Ministerio de Salud Pública. Colonias de Alienados. Servicio de Laborterapia”.

1) El Show del Mediodía. 34 x 49 cm

2) Los novios del año. 33 x 50 cm

3) “Troy Donahue. Suriside 6”. 33 x 50,5

4) “Kiko Hernández”. El Espectador 34 x 50,5 cm

5) “Myriam de Urquijo?” 32 x 50 cm

 

Ángel Galeandro (sin datos)

Lápiz sobre papel. Todos llevan el sello: “Ministerio de Salud Pública. Colonias de Alienados. Servicio de Laborterapia”

1) Mujer que se toma las manos. 06/11/1970, 40 x 29 cm

2) Estrella (Víctor Hugo Morales). 23/11/1970. 40 x 29 cm

3) Cacho de la Cruz. 30/11/1970. 35,5 x 22,5 cm

4) Belleza televisiva (figura femenina) 6/12/1970. 35,5 x 22,5 cm 

Charla sobre Javiel Raúl Cabrera en Minas

 

El pasado 26 de octubre de 2023 se llevó a cabo en el Centro Cultural Casa Lorca, (Minas, Departamento de Lavalleja, Uruguay) la charla "Javiel Raúl Cabrera o la tercera orilla del río" a cargo de Pablo Thiago Rocca. Fue un momento de evocación para la vida de uno de los artistas singulares más importantes de Uruguay, cuya accidentada vida no lo alejó, empero, de la creación y del arte. 

Queremos agradecer la invitación de Natalia Montero y al grupo de amigos, docentes y alumnos que se acercaron con interés a la charla y participaron del fructífero diálogo que se dio en la Casa Lorca.




 


Charla: "Javiel Raúl Cabrera o la tercera orilla del río"


"Soy hombre de tristes palabras. ¿De qué era de lo que yo tenía tanta, tanta culpa? Si mi padre siempre estaba ausente; y el río-río-río, el río –perpetuo pesar."

João Guimarães Rosa “A terceira margem do rio”


El hombre conocido por sus contemporáneos como Cabrerita es una proyección o corolario de toda una generación, sobreviviente de sucesivos abandonos, vencedor final de las crisis y las miserias del siglo XX: Javiel Raúl Cabrera (Montevideo, 1919 - Santa Lucía, 1992) se afirma en la tercera orilla, solitario, como aquel personaje que se escapa de la sociedad en el cuento de Guimarães Rosa, provocando la tristeza y el desconcierto en el hijo.

Cabrerita: espejo de la conciencia social de su tiempo, prodigio de la creación y de la resistencia a la adversidad, su obra ha pasado a ubicarse hoy, por mérito propio, entre lo más alto de la producción artística nacional.

Charla "Javiel Raúl Cabrera o la tercera orilla del río" a cargo de Pablo Thiago Rocca. 

Jueves 26 de octubre de 2023, 19 hs. Centro Cultural Casa Lorca, Florencio Sanchez 375, Minas, Departamento de Lavalleja, Uruguay


Cabrera. La niña azul, c. 1950

Acuarela, témpera y lápiz sobre papel, 44 x 34 cm

Colección Ienba / UDELAR



Cabrera. Niña (Javielina), 1948

Acuarela sobre papel

35 x 24,5 cm

Colección Arte Otro en Uruguay



Cabrera Autorretrato, 1965

Lápiz y acuarela sobre papel, 35,5 x 25 cm

Colección privada