Alberto Panzardi (San José 1969 - 2012)


Al trabajador, al escultor, al amigo.


El comentario recibido en el blog nos dejó azorados. Apenas unos días antes habíamos hablado con Alberto Panzardi para actualizar la información sobre sus últimos trabajos.

“Hola a todos, soy un sobrino del ESCULTOR Luis Alberto Panzardi. Hoy me toca dar una trágica noticia. El pasado 22 de agosto, mi tío sufrió una insuficiencia cardíaca, lamentablemente no lo resistió. Toda la familia, agradece a toda la gente que hizo posible que Albertito como le decíamos, se hiciera tan conocido y pudiera vivir de lo que amaba, sus esculturas.

Cuando quisimos ponernos en contacto con la familia, luego de este mensaje por demás lacónico, no pudimos. Vaya entonces nuestro fraterno abrazo a todos los familiares, conocidos y amigos de Alberto.  El escultor autodidacta se ganó un lugar en el corazón de su gente: cosechó amigos y vecinos (gracias a sus numerosas obras) por todo el país. Había conseguido recientemente importantes encargos y trabajaba con pasión en nuevas esculturas. 

Alberto pertenece a la estirpe de los auténticos escultures populares, junto con Américo Masaguéz de Barros Blancos,  Alfredo "Lucho" Maurente de La Paloma, Julio César Coronel de Minas,  Juan Artega de Villa Santo Domingo de Soriano, Nelson Euguren de Maldonado, Ramón Lumaca de Canelones, Humberto Rigalli de Shangrilá, Sergio Demaría de Las Piedras, Helvecio Olivera de Juan Lacaze, Miguel Pérez de Las Cañas,  Ricardo Turra en Pirlápolis… por citar sólo algunos. Todos ellos han realizado esculturas generalmente con materiales rústicos como piedra y cemento para ser emplazadas en sitios públicos: frentes de casas, accesos a rutas, caminos vecinales.  Y todos ellos han recurrido a un colorido repertorio de figuras famosas o veneradas –Artigas, Gardel, Cristo, o animales –jirafas, elefantes, focas, caballos  y arquetípicas sirenas, duendes, ninguna de las cuales precisa especiales anuncios o presentaciones. 

De todos estos artistas, Panzardi fue quizás el más prolífico y llegará el día en que se realice un minucioso recuento de su obra y se la estudie con celo. Porque el valor de estas esculturas radica precisamente en la comunicación directa y franca que consiguen con el entorno, en su rápido estrechar lazos identitarios con la gente del lugar. Las obras de los artistas populares cumplen una función referencial –señalan el lugar y conocen un carácter altruista pues ofrecen con su sola presencia un modo de entender el mundo como acto de creación.  El carácter vitalista de Alberto se manifiesta en un atento respeto por las proporciones y detalles veristas de las figuras representadas, trátense de personas o animales.  Había conseguido logros sorprendentes en ese sentido, si pensamos en la rusticidad de los materiales empleados. “No me las tiro de artista –decía Alberto. Para ser artista hay que estudiar. Yo soy un trabajador. Hago esculturas.” Tenía un trato directo y amable. Participó de la exposición que se llevó a cabo en el entonces Centro Cultural MEC, Plataforma (2008) con un león de considerables dimensiones y peso acorde en kilos.

Desarrolló luego de publicado el libro Otro Arte en Uruguay (en donde se sentía un orgulloso participante) otros emprendimientos de mayor tamaño. El Zapicán erigido en Nico Pérez fue una de sus últimas grandes obras: inspirada en la escultura del cacique charrúa realizada por Nicanor Blanes, Panzardi, además de omitirle algunos elementos del atuendo le agregó su cuota de iracundia personal. En un sentido que se diría opuesto, llevó a cabo bustos de arena y portland para personas queridas y vecinos del barrio, que modeló con extraordinaria sencillez y ternura. Con las esculturas de animales desplegó una gracia a veces infantil pero siempre atenta a las posturas y rasgos específicos. Le gustaba el trabajo y se abocaba con entrega a su consecución. Despedimos pues al amigo, al artista y al trabajador, en el reconocimiento de su obra y solo momentáneamente. Lo volveremos a ver en cada una de sus creaciones.

Fotos de Eloísa Ibarra

Ultimos días de la retrospectiva de Claudio Silveira Silva


No es una muestra de art brut pero en buena medida lo parece. Y haciendo un poco de imaginación es posible que Jean Dubuffet, de conocerla, la hubiera calificado como parte de la Nueva Invención. Es que Claudio Silveira Silva (Río Branco, 1935 -  Barcelona, 2007) fue un escultor -además de pintor y grabador- que pudo comprender como pocos la conexión entre el saber popular e intuitivo y la talla de madera “profesional”. Quedan apenas unos días (hasta el 29 de octubre de 2012) para visitar esta importante exposición en el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay.  Recogemos fragmentos de una nota de Thiago Rocca publicada bajo el título de “Materia pendiente” en Brecha, el 21 de setiembre de 2012.


“…Silveira Silva abreva en la vertiente popular de temas camperos en lenguaje rústico. Pero la manera en que las gubias ‘comen’ sistemáticamente y a ritmo controlado las masas, desbastando la madera con fuerza uniforme y sutil cálculo, da cuenta de un conocimiento técnico muy refinado. Un oficio que lo separa de la tosquedad del autodidacta, del que se vuelve a unir, sin embargo, en el regodeo en la objetualidad, como se puede apreciar en las latas aplastadas que conforman las mudas del bebé en ‘Homenaje a un amigo’ (c. 1993). En este sentido, Silveira Silva no toma de lo popular la candidez conceptual que atribuimos a las manifestaciones tradicionales y anónimas (como podríamos inferir de la serie de ‘Las tetonas’ de Germán Cabrera). El artista parte de lo que está en bruto, aquello que aparece como lenguaje latente o sugerido. Ese es el dominio de Silveira. Un lenguaje que está siendo arrancado de la materia, que puja por desprenderse para alcanzar el volumen. (…) Los vínculos de la escultura de Silveira Silva solo tienen parangón en la obra actual del escultor autodidacta Manuel ‘Turco’ Méndez (San Gregorio de Polanco, 1970). Comparten ambos el tratamiento del alma de la madera como cosa elemental, sufrida y gozosa. En todo caso el pulimento es matricial, está en la raíz. Todo nace de una fecundidad que es dura desde el comienzo (ver ‘D’ de Eva’, 1993): la serpiente como una luna que corona a la mujer, curioso sincretismo de símbolos opuestos…”


“Arte de fronteras”. Claudio Silveira Silva en el Museo Nacional de Artes Visuales de Uruguay. Tomás Giribalidi 2283, esq. Julio Herrera y Reissig. Montevideo, Uruguay.

Recomendaciones: Libro y obra teatral sobre Cabrera


Cabrerita. Historia de un desamparo


El título de este libro puede resultar engañoso. No se trata propiamente de la historia de Cabrerita, sino de la obra de teatro homónima, que en los últimos años ha recorrido el país y buena parte del mundo. Su autor, el director de teatro Eduardo Cervieri (Montevideo, 1946), nos propone un viaje a través de la gestación de la obra teatral, de la investigación que la hizo posible, del derrotero de los actores en sus preparativos  y ensayos, de las anécdotas que rodean a un espectáculo en gira y del guión mismo de una representación teatral que consigue recrear sobre las tablas el drama humano de Raúl Javiel Cabrera (Montevieo 1919 – Santa Lucía 1992).

La publicación de más de cien páginas aporta también algunos testimonios valiosos de gente próxima a Cabrera, como de la familia Luchinetti, Carlos Brandy y Lucy Parrilla. En especial, recoge la versión de Lucy (hermana de José Parrilla, amigo de Javiel) como la fuente estructurante de la obra, y la alterna con otros insumos como notas de prensa, cartas y artículos escritos en su mayor parte por integrantes de la llamada “Generación del 45”.  Algunos de los datos que proporciona el libro son de una veracidad  cuestionable y habría que refrendarlos con otras versiones y testimonios, lo que no quita nada a la impresionante labor actoral de Carlos Rodríguez en el rol protagónico, que le valiera el Premio Florencio (año 2005) al Mejor Actor, ni que el texto lúcidamente compuesto por Cervieri ( también recicibió el Florencio al Mejor Texto de Autor Nacional en 2005) consiga recrear la atmósfera y la circunstancia anímica y social que vivió y padeció Raúl  Javiel Cabrera tanto en sus peripecias juveniles junto con José Parrilla como en la larga y solitaria internación psiquiátrica en la Colonia Etchepare.

Queda pendiente aún el rescate de los valores plásticos de la obra de Cabrera, larga deuda de toda la sociedad uruguaya con este genial creador. En todo caso, en este libro no se encontrará –porque tampoco se lo propone- un análisis de este tipo, ni una biografía exhaustiva de Cabrera. Pero el que quiera conocer a fondo la tragedia humana de nuestro artista no debe perderse la obra de teatro, que ha vuelto a estrenarse en Montevideo luego de viajar por el viejo continente y por América. Para los que vayan a ver la obra teatral y para los que ya la han visto, el libro “Cabrerita. Historia de un desamparo”, aporta anécdotas y testimonios que pueden enriquecer su conocimiento del ser humano y de una realidad social a menudo ignorada en sus aspectos más duros y estremecedores.

Cabrerita. Historia de un desamparo, Eduardo Cervieri. Edición de autor, Montevideo, 2012.
Obra teatral: Cabrerita. Domingo 19 hs en La Gringa Teatro, Galería Las Américas, 18 de julio 1236, Montevideo.