"El color de la infancia". Repercusiones muestra Arte Naïf en Uruguay (II)



«Hay una sirenita que reposa en un mar azul encendido. La sala está repleta de dibujos coloridos. Hay árboles que ocupan toda la pintura, árboles repletos de flores rosas sobre un campo verde claro que invade el resto de la tela. Hay niños diminutos que cuelgan de los árboles, tan chiquitos que parecen manchas de colores, apenas delineados por trazos esenciales, pequeños duendes que invaden la escena y la cargan de ruido y movimiento. En otros cuadros aparecen adultos de tamaño desproporcionado, solos, de pie al lado de un paisaje vacío, junto a una enorme manzana o sentados en actitud de profunda desolación. Los adultos son estilizados, de líneas escasas, poquísimos rasgos, casi monocromos, aunque nunca totalmente oscuros. Entre unos y otros hay algunas escenas de trabajo, en el campo, con elementos dispuestos limpiamente, con planos de colores cuidados y paisaje casi simétrico. Hay gatos envueltos por flores en un campo amable, hay pequeñas esculturas y algunos personajes conocidos o referencias literarias o ciudadanas.

Parecen dibujos de niños toscos, espontáneos, con personajes que vuelan o escapan a cualquier perspectiva coherente, a cualquier regala que uno quiera aplicar. Son claramente iniciales. No sería un dato anormal, ya que el arte moderno erradicó la idea de “obra bien hecha”. En cierto sentido, esta muestra es un homenaje al arte más auténtico, al más despojado de cultura, al menos elaborado. Es una exposición de un arte de niños pero hecha por grandes. Artistas populares, casi anónimos, de un arte al que se aplicó el mote de “naif” o “infantil” o “ingenuo”. No importan los títulos. Importa que apenas uno entra en la amplia sala de la Fundación Unión en al Plaza Independencia hay un grupo de imágenes definidas por un mismo padrón, por características que hacen a un arte claramente inidentificable. Es curioso que gente que ni siquiera se conocía o compartía principios o escuelas y modelos artísticos, logre una sintonía estilística tan potente y definida.

Nada puede decirse que está bien o mal hecho desde que el color o las formas erradicaron cualquier semejanza con la realidad. Estos dibujos o pinturas no evaden la supuesta realidad o la elección de datos que se asemejan, pero la ofrecen desde la potente visión del artista sin contaminar, como la mira un niño. O mejor, como la recrea un niño, con la fuerza del color puro, de la forma simple y contundente, con la composición despatarrada, con el tratamiento plano de la imagen. Desde el extremo de una composición lineal, casi geométrica, de construcción cuidada y pulcra, hasta la invasión de niños desprolijos desparramados por la tela a fuerza de pinceladas nerviosas, rasgos que definen notablemente la sensación de invasión infantil, de alegría, de recreo bochinchero en una tarde escolar.

Pero hay más: una libertad expresiva que pocas veces uno aprecia en un artista “profesional”, por ubicarlo en algún rango. Las obras de esta inusual muestra de arte naif uruguayo son inclasificables por su propio andamiaje creativo. Caminan por el borde de un estilo reconocido por sus líneas y colores, por sus rupturas y desajustes, pero cada una sorprende por la audacia de su enfoque o la resolución asumida para cada imagen, la diversidad de búsquedas y miradas, la novedad o el descubrimiento personal. Es parte de ese uso de la libertad para tomar decisiones. Pasa en los niños o en los árboles simétricos o en la libertad del color y las formas. Pasa en poner las figuras patas para arriba, en posiciones insólitas. O en colocar autos prolijamente en línea para transmitir el ingrato desorden ciudadano. 

O con la magnífica mujer desnuda, de espaldas, de piel casi naranja y trazos desproporcionados, metida en el agua hasta el cuello con un sol recostado a su pelo y una inefable cabeza de perro que juega a su lado. Es una escena de playa pero definida por el cuerpo femenino bajo el agua. En algún momento el autor sintió ese placer del cuerpo en el agua y cometió la audacia de dejar apenas un horizonte sobre la parte superior para dedicar el esfuerzo a la potente caricia del mundo submarino, clara, suave, plena. No falta nada más para transmitir la calidez de un día de verano en el agua y el límite entre el erotismo y el placer más puro y abrasador.

También los temas parecen simplificar la vida o la fantasía a extremos infantiles. Pero siempre hay detrás un mundo complejo, no tan evidente, de múltiples sensaciones. Incluso a veces, la expresión descoloca, genera cierta inquietud, ciertas emociones encontradas. Sobre todo en el mundo adulto, en algunos retratos solitarios, en cierta interpretación más vacía de la existencia. Es que sus autores expresan casi sin intermediaciones sus mundos, sus vivencias. Directas expresiones de vida aunque en ningún caso obvias o trilladas o superficiales copias de la realidad.

Ese es el valor esencial de esta muestra que incluye maestras de escuela, pescadores, trabajadores o vecinos de un barrio que por diferentes motivos lograron involucrarse con un tipo de arte y construir un lenguaje diverso y en cierto punto común. Casi todos de un valioso y profundo anonimato, rescatados por el trabajo de investigación de Pablo Thiago Rocca, responsable de un largo proceso de búsqueda y elección que culminó en esta muestra. Otros tuvieron cierto reconocimiento, como el autor del Gardel con baldositas, “famoso” vecino del Cerro que dejó su obra desplegada por todo el barrio. O el autor de la Virgen que guía los pescadores en una concurrida playita de La Paloma. Más o menos reconocidos, cada uno tiene su historia, revalorada a partir de su obra. ES así y ese es el valor esencial de esta muestra. Y en su calidad, claro. No cualquiera pinta o esculpe como estos artistas ingenuos, infantiles, curiosamente transgresores.»


“El color de la infancia” por Carlos A. Muñoz  Jueves 9 de julio de 2015. Pág. 36. Semanario Búsqueda. Montevideo.

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