Al trabajador, al escultor, al amigo.
El comentario recibido en el blog nos dejó azorados. Apenas unos días
antes habíamos hablado con Alberto Panzardi para actualizar la información sobre sus últimos trabajos.
“Hola a todos, soy un sobrino del ESCULTOR Luis Alberto
Panzardi. Hoy me toca dar una trágica noticia. El pasado 22 de agosto, mi tío
sufrió una insuficiencia cardíaca, lamentablemente no lo resistió. Toda la
familia, agradece a toda la gente que hizo posible que Albertito como le
decíamos, se hiciera tan conocido y pudiera vivir de lo que amaba, sus
esculturas.”
Cuando quisimos ponernos en contacto con la familia, luego
de este mensaje por demás lacónico, no pudimos. Vaya entonces nuestro fraterno
abrazo a todos los familiares, conocidos y amigos de Alberto. El escultor autodidacta se ganó un
lugar en el corazón de su gente: cosechó amigos y vecinos (gracias a sus numerosas obras) por todo el país.
Había conseguido recientemente importantes encargos y trabajaba con pasión en
nuevas esculturas.
Alberto pertenece a la estirpe de los auténticos
escultures populares, junto con Américo Masaguéz de Barros Blancos, Alfredo "Lucho" Maurente de La Paloma, Julio César Coronel de Minas, Juan Artega de Villa Santo Domingo de
Soriano, Nelson Euguren de Maldonado, Ramón Lumaca de Canelones, Humberto
Rigalli de Shangrilá, Sergio Demaría de Las Piedras, Helvecio Olivera de Juan
Lacaze, Miguel Pérez de Las Cañas,
Ricardo Turra en Pirlápolis… por citar sólo algunos. Todos ellos han
realizado esculturas generalmente con materiales rústicos como piedra y cemento
para ser emplazadas en sitios públicos: frentes de casas, accesos a rutas,
caminos vecinales. Y todos ellos
han recurrido a un colorido repertorio de figuras famosas o veneradas
–Artigas, Gardel, Cristo–, o animales –jirafas, elefantes, focas, caballos– y arquetípicas –sirenas, duendes–, ninguna
de las cuales precisa especiales anuncios o presentaciones.
De todos estos artistas, Panzardi fue quizás el más
prolífico y llegará el día en que se realice un minucioso recuento de su obra y se la estudie con celo. Porque el valor de estas esculturas radica
precisamente en la comunicación directa y franca que consiguen con el entorno,
en su rápido estrechar lazos identitarios con la gente del lugar. Las obras de
los artistas populares cumplen una función referencial –señalan el lugar– y
conocen un carácter altruista pues ofrecen con su sola presencia un modo de
entender el mundo como acto de creación.
El carácter vitalista de Alberto se manifiesta en un atento respeto por
las proporciones y detalles veristas de las figuras representadas, trátense de
personas o animales. Había
conseguido logros sorprendentes en ese sentido, si pensamos en la rusticidad de
los materiales empleados. “No me las tiro de artista –decía
Alberto–. Para ser artista hay que estudiar. Yo soy un trabajador. Hago
esculturas.” Tenía un trato directo y amable. Participó de la exposición que se llevó a cabo en el entonces Centro Cultural MEC, Plataforma (2008) con un león de considerables dimensiones y peso acorde en kilos.
Desarrolló luego de publicado el libro Otro Arte en Uruguay (en donde se sentía un orgulloso participante) otros emprendimientos de mayor tamaño. El Zapicán erigido en Nico Pérez fue una de sus últimas grandes obras: inspirada en la escultura del cacique charrúa realizada por Nicanor Blanes, Panzardi, además de omitirle algunos elementos del atuendo le agregó su cuota de iracundia personal. En un sentido que se diría opuesto, llevó a cabo bustos de arena y portland para personas queridas y vecinos del barrio, que modeló con extraordinaria sencillez y ternura. Con las esculturas de animales desplegó una gracia a veces infantil pero siempre atenta a las posturas y rasgos específicos. Le gustaba el trabajo y se abocaba con entrega a su consecución. Despedimos pues al amigo, al artista y al trabajador, en el reconocimiento de su obra y solo momentáneamente. Lo volveremos a ver en cada una de sus creaciones.
Desarrolló luego de publicado el libro Otro Arte en Uruguay (en donde se sentía un orgulloso participante) otros emprendimientos de mayor tamaño. El Zapicán erigido en Nico Pérez fue una de sus últimas grandes obras: inspirada en la escultura del cacique charrúa realizada por Nicanor Blanes, Panzardi, además de omitirle algunos elementos del atuendo le agregó su cuota de iracundia personal. En un sentido que se diría opuesto, llevó a cabo bustos de arena y portland para personas queridas y vecinos del barrio, que modeló con extraordinaria sencillez y ternura. Con las esculturas de animales desplegó una gracia a veces infantil pero siempre atenta a las posturas y rasgos específicos. Le gustaba el trabajo y se abocaba con entrega a su consecución. Despedimos pues al amigo, al artista y al trabajador, en el reconocimiento de su obra y solo momentáneamente. Lo volveremos a ver en cada una de sus creaciones.
Fotos de Eloísa Ibarra
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