Recientemente se presentó el libro ...Luego existen. Trece intelectuales uruguayos de hoy (Ed. Organización Cultural Cisplatina, Montevideo, 2013). Se trata de una complicación realizada por Oscar Larroca que contiene ensayos de Roberto Appratto, Alma Bolón, Lisa Block de Behar, Álvaro Díaz Berenguer, Gustavo Espinosa, Rodolfo Fuentes, Amir Hamed, Leo Maslíah, Aldo Mazzucchelli, Sandino Núñez, Soledad Platero, Carlos Rehermann y Pablo Thiago Rocca. El ensayo de este último autor es una versión actualizada y ampliada del capítulo VIII de Otro Arte en Uruguay (Montevideo, 2009).
“Hay un núcleo duro en la creación
plástica. Como una piedra preciosa. Es la necesidad primordial que sienten las
personas de expresarse manualmente para producir objetos e imágenes sin
palabras. Se trata de un impulso hacia la realidad: los objetos e imágenes dan
rienda suelta a los sueños (trances oníricos), anhelos y visiones personales en
el camino a concretarlos. También pueden presentarse como un exorcismo a los
temores, a las equivocaciones, a lo desconocido, a la muerte: una forma de
alejar el mal depositándolo en estos objetos. Este “núcleo duro” de la
expresión plástica –que representa por lo antedicho una promesa y un consuelo–
sirve a los individuos y grupos humanos para trascender sus limitaciones
físicas y dejar un huella que es también, y sobre todo, una marca en el tiempo.
En este aspecto se parece a la escritura. Pero las relaciones con las cosas
están mediadas por una experiencia y una apariencia que no es sólo verbal o que
en muchos casos jamás puede llegar a verbalizarse. Pese a que se trata de una
verdad que nace con la cultura misma y que viene implícita, por tanto, en la
condición humana, la resolución “formal” de este núcleo duro de la expresión
plástica depende de cada circunstancia histórica en particular. “El
principal problema que representa el fenómeno general del impulso estético –observa el
antropólogo Clifford Geertz–, en cualquier forma y como resultado de
cualquier técnica en que pueda mostrarse, es cómo situarlo dentro de las
restantes formas de vida particular. Y situarlo de tal forma, otorgar a los
objetos una significación cultural, es siempre un problema local; sin importar
cuán universales pueden ser las cualidades intrínsecas que le otorgue su poder
emocional”.
En el Uruguay del siglo XXI, entre
los extremos de la pasividad manual que se extienden desde la pretendida
“sociedad del espectáculo” hasta la añorada “sociedad del conocimiento”, esa
necesidad primordial deja de serlo, ya que puede ser aplacada o sustituida en
amplios sectores de la vida social. La adquisición de objetos manufacturados,
el consumo de productos culturales (televisivos, radiales, escritos), el
disfrute del deporte practicado o contemplado, el trabajo de los oficinistas y
académicos, las cadenas de montaje de las fábricas, los estudios de las
profesiones liberales, implican, entre tantas otras, diferentes maneras de
“estar en el mundo”, en las cuales ese núcleo duro queda eclipsado o pasa a
jugarse “como promesa y consuelo” en otro campo de las actividades del
espíritu. En estas “restantes formas de vida particular”, como las llama
Geertz, los objetos se hallan vinculados con la sociedad sin conexión alguna
con la creación plástica. […]
Lo cierto es que en nuestro país han
existido y existen personas que no renuncian a este tipo de expresión aún
cuando ya no realicen labores vinculantes y carezcan de una formación artística
o técnica específica: este núcleo aflora en su creación con un ímpetu que al
resto de la comunidad no puede sino parecerle pintoresco, ridículo, bruto,
extravagante o maravilloso –dependiendo del estado anímico y del “gusto” (en
tanto distinción social) del observador–, pero siempre más o menos
impertinente, es decir, sin ese sentido de la oportunidad que poseen los
artistas profesionales que enlazan su labor a un conjunto de actividades
sancionadas por otros sistemas de conocimiento y de intercambio de valor
(academia, museos, marchands, curadores, galeristas, críticos)."
Fragmento del ensayo “Máquinas de la alegría” de “...Luego
existen. Trece intelectuales uruguayos de hoy, Ed. Organización Cultural
Cisplatina, Montevideo 2013.
Imagen cortesía de Oscar Larroca.
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