Literatura y literalidad en la obra de Lía Mainero



Intrigante, narrativa y lírica a la vez, la obra pictórica de Lía Mainero Berro (Montevideo, 1902 - 1964) pasó desapercibida para la mayor parte de sus contemporáneos y al día de hoy, fuera de unos pocos memoriosos, ya nadie la recuerda. Es que Lía Mainero, “Lita” para familiares y amigos, pertenece a esa rara estirpe de artistas de abolengo –como Italia Ritorni y Petrona Viera–que realizan su obra con cierta independencia de las corrientes en boga, lejos del mundanal ruido que apenas escuchan y fuera del cual tampoco son escuchadas. Tuvo, como las artistas citadas, una vida sin apremios económicos y fue educada en el seno de una familia de apellidos famosos que confiaba en el arte como camino de educación sentimental. 1

Naïf sui generis


A pesar del breve pasaje por el Círculo de Bellas Artes, Mainero fue en esencia una autodidacta que tenía algo de naïf en una época en que esta palabra no estaba de moda en nuestro país. Participó de salones nacionales y municipales –obra suya se encuentra en el acervo del Museo Nacional de Artes Visuales– 2 y llevó a cabo varias exposiciones individuales (Amigos del Arte, AUDE, Lirolay) con una moderada repercusión crítica y el apoyo de algunas figuras artísticas de renombre. Pero es la elección temática, más que la resolución formal, aquello que la acerca al círculo de los pintores de Sacré-Coeur y a los domingueros. 

El asunto de la pureza –niños, seres celestiales, profetas, magos, bosques– parecería constituir, al menos en una primera instancia, el centro de sus preocupaciones artísticas. Lo cierto es que sobre la base de esa supuesta pureza su obra fue evaluada, por algunos elogiosamente, y por otros, denostada. De sus cuadros al óleo, el influyente teórico argentino Jorge Romero Brest advirtió en 1940: “Lía  Mainero Berro también pinta porque tiene algo que decir; pero su color no ha alcanzado la pureza necesaria para que sea un vehículo eficaz de sus pensamientos.” Y como si no hubiera sido claro, agrega líneas más adelante, “Giacosa, Mainero y otros, se expresan por un color abigarrado y falto de expresión pura.” 3 

Para Eduardo Díaz Yepes, en cambio, su obra era vehículo de la pureza más ingenua. “Lía Mainero ofrece al espíritu fatigado de tantas apreciaciones sobre técnica, ismos artísticos, unas expresiones sensibles, de un mundo íntimo, lleno de poesía y gracia. Expresiones dadas por una mano sensible, sabia e ignorante como la de los niños. El elogia de la locura, es el elogio de lo nacido sin artificios, que es en definitiva, primera condición de la obra de arte. Condición que Lía Mainero cumple sin darse cuenta del todo, como la planta nos da su flor, cumpliendo su destino hermoso.” 


De este modo Yepes entronca la obra de Mainero en la larga tradición satírica del humanismo, citando el Elogio de la locura de Erasmo de Rótterdam y en seguida vinculándola a la falta de artificios de la expresión infantil frente al exceso y la frialdad de los tecnicismos. “Estudio poco. Pinto lo que me interesa y sólo cuando lo siento”, admitía Mainero con franqueza. ¿Pero realmente dedicaba poco tiempo al estudio? Los dibujos y pinturas que llegaron a nuestras manos contradicen esta afirmación. 5 Por otra parte, tras la aparente simplicidad de los temas, un carácter sombrío y plásticamente bien trabajado envuelve sus obras (“San Francisco de Asís”, Témpera sobre papel, 17.5 x 34.5 cm, ca. 1948-55).

Los personajes, ingenuos sí, parecen continuamente amenazados por fuerzas latentes y ominosas (“El encierro”, Témpera sobre papel, 39.5 x 47.5 cm., 1948). Hay una suerte de contradicción o dinámica perversa entre la representación figurativa de los personajes, delineados con simplicidad y en todo sentido cándidos, y la reducción tonal de la paleta que genera una atmósfera opresiva, controladora. Pues los personajes –frágiles figuras infantiles en muchos casos– parecen no darse cuenta del entorno por el que deambulan ni del peligro que las acecha. Es un recurso narrativo más propio del cine y de la literatura que de la pintura: el espectador –de los cuadros en este caso– se transforma en testigo y cómplice del autor o del artista al contar con más información que los personajes inmersos en su peripecia. Esas “figuritas tenues”, como las denomina Pualina Medeiros, que juegan y discurren alegremente, son inmunes o inconscientes al declive de los edificios amenazantes, al bosque sombrío que se cierne sobre sus cabezas, a la música misteriosa que las seduce (“El violinista y la niña”, Óleo sobre tela, 66 x 77, ca. 1950).


Narraciones en claroscuro


Con un poco de fábula y de cuento de hadas –esas formas del terror sutil que atenazan nuestra infancia–, las historias pintadas y dibujadas por Lita pueden leerse en forma de “ilustraciones” para un relato inconcluso o pendiente, un relato que desconocemos su desenlace pero que intuimos: una realidad otra, de extrema fragilidad y siempre a punto de “caer” en la penumbra definitiva, en la pérdida de la inocencia. 

En ese sentido “ilustrativo” su obra observa una tendencia creciente hacia la producción gráfica: los abundantes dibujos, si acaso alguno preparatorio de sus óleos, pueden ser estudiados como piezas autónomas; nos brindan elementos para una comprensión mayor de sus procedimientos narrativos. 6 O como aseveraba un cronista de la época: “Literariamente, puede este arte acercarse a los modos de una plástica ambigua.” 7

Desde el punto de vista de la composición, Mainero recurre con frecuencia a un recurso expresivo y rítmico de repetición de líneas oblicuas –al modo del expresionismo cinematográfico–, desde troncos de árboles en el bosque, hasta puertas y ventanas o edificios enteros ("Cabriolé en otoño", Témpera sobre papel,  38,5 x 44 cm, ca. 1948-55). Un procedimiento técnico que domina con solvencia y que la aleja de los artistas espontáneos es el claroscuro: sutil y contralada manera de sugerir espacialidades, sin forzar el trazo, con empeño parejo, suave y hasta prudente. El claroscuro ordena la composición y hace énfasis allí donde el motivo lo requiere.


También hay un componente fuertemente platónico en sus dibujos. Fiel a una promesa de amor, en los años cuarenta y hasta mediados de los cincuenta del siglo pasado, Lía dibujaba una cifra estipulada de horas y minutos por día –secretamente convenida con su amado– y apuntaba este registro minucioso en los márgenes de los dibujos, como se puede constatar aún hoy en gran número de los mismos. Para una persona que no conoció nunca un trabajo asalariado esta “carga horaria” autoimpuesta delata una personalidad ingenua e idealista. Lleva a cabo este “pacto” que extiende en el papel y hasta en sus dobleces con obsesivo aprovechamiento del soporte, como si se tratase de un juego secreto y misterioso. El dibujo es una forma vicaria de amar, de cristalizar o sublimar la experiencia sentimental. ¿La posibilidad de que ese pacto se rompa –la traición del amado– será el tan mentado peligro que pende sobre los personajes de Lía Mainero?  

En todo caso, es claro que para la artista hay una situación emocional de desequilibrio y de asimetría entre el mundo mágico de los niños y el de los adultos: “El violinista y la niña” bien cabe interpretar como una versión reducida del Flautista de Hamelin. En “La niña, el arlequín, el payaso y el perro (youngirl)”, (Dibujo a lápiz sobre papel,  29 x 21 cm, 1944), el arlequín dirige una mirada siniestra hacia el personaje femenino. “El encierro” no necesita exégesis. En el dibujo que hemos dado en llamar  “El fusilamiento de la niña comunista,  Dibujo a lápiz sobre papel,  20 x 21 cm, 1942), además de manifestar sus ideas políticas revolucionarias para la época en Uruguay, Lía expresa toda la violencia del mundo de los mayores hacia la infancia, en especial hacia las niñas (los cronistas de la época las llaman “muñecas”). 


Esta predisposición podría imprimir un carácter excesivamente moralista a sus dibujos. Pero suele estar minimizado por un toque onírico y con una buena dosis de humor o de sátira. Los personajes infantiles femeninos que se entregan a todas las “locuras” –las llamaba cariñosamente “loquitas”–  sin pensar en las consecuencias, llevan esa pulsión de tánatos que solo la ficción y cierto vuelco hacia el ridículo hace tolerable. El humor, ácido por momentos, asoma también en su epistolario, que revela a una escritora con talento natural para la fantasía (es muy jugosa la carta que envía a su hermana contándole de su inminente mudanza y en la que va mechando acontecimientos que observa de la calle). Finalmente, Lía Mainero Berro, se nos presenta como una narradora-plástica singular, capaz de generar climas e historias convincentes, en una variante ajena a las corrientes principales de la pintura nacional.




LAS LATITUDES DEL SUEÑO


“… En la sala de A.U.D.E. Lía Mainero presenta 17 óleos, representativos de su personal manera estética. La pintura de Lía Mainero […] se ofrece a una interpretación literaria, sin que excluya por eso las consideraciones de orden plástico.
El tema se impone; pero la singularidad del ritmo expresivo reclama particular atención. Puede decirse que esta pintora atina exactamente con los procedimientos, técnica y estilo que conviene a los asuntos propuestos; pero también ocurre que la obra pintada genera, por sí, inesperados contenidos. Se propone un escenario, se registra un ocurrir […] los elementos aparecen tocados por una calidad secreta, como si todo se diera en las indefinibles latitudes del sueño y de la leyenda. Las figuras tienen la gracia, la lejanía de una evocación que atrae sus formas, su color […] un tiempo que no se deja fiscalizar.
Aquí, las figuras son creadas por la mente que ordena sus ficciones: son pura concreción plástica, en una función abstracto-humana, con el prestigio de su gran simplicidad; el color está en ajustes con el clima, que le exige un ‘aire’ tonal; la luz se deja caer o viene, pero desde focos que no pueden ser imitados, y sí provocados.
La pintora Lía Mainero  puede realizar ilustraciones de verdadera jerarquía.” 

Diario El Plata, Montevideo, 13 junio 1956. Sin firma


LITA POR PAULINA


“Recientemente Lía Mainero conmovió nuestra pequeña galería de A.U.D.E. con sus óleos de figuritas tenues, con sus empastes armoniosos de noche o de bosque […]

Dejó en la calle a sus abuelos. Esta muchacha de modesta apariencia, oculta bajo el tailleur que debe uniformizarla lo mejor posible dentro de un mundo anodino de gobernantas o institutrices para que nadie pueda violar su intimidad secreta y perfumada, desciende por su madre de presidentes y legisladores. Bernardo Prudencio Berro fue su bisabuelo, también poeta, y fue su tatarabuelo aquel Pedro Prudencio Berro, español que tomó el partido de los patriotas, siendo así de nuestros primeros constituyentes. También por línea colateral, desciende de aquella gallarda y romántica figura: Adolfo Berro, que compuso poemas contra la esclavitud y murió en edad temprana. Lía – le observamos,  tiene sangre de próceres, pero ya parece habérselos olvidado […]

El artista crece ante las dificultades.
- De veras –nos dice la pintora-. No creo hacer ninguna cosa extraordinaria en pintura. Estudio poco. Pinto lo que me interesa y sólo cuando lo siento.
- ¿Sus maestros?
- Estudié  un año y algo más con el profesor Bazzurro, en el entonces Círculo de Bellas Artes […]
- Pero ¿Cómo empezó? ¿Qué determinó esa vocación? – inquirimos curiosamente.
- Por las calles de Buenos Aires, donde acompañaba a una tía, desorientada, me perdí. Malhumorada vaticinó entonces mi compañera, que me había estado buscando infructuosamente: Nunca podrás ser pintora. No tienes memoria visual.

Yo también podré. El ‘yo también soy pintor’ que Rodó glosara, la emulación, aquí por contraste prendió en el alma […]


Así es el arte, así es la vida. Lía no pinta con perspectivas. Su mano se mueve guiada por sus visiones. Sus criaturas son tan desvalidas […] Sus niñas son todas alucinadas, juegan a tocar estrellas, zapateándolas como pelotas: escuchan embebecidas sobre una calle pobre, empastada en oscuro, el rodar de un lujoso carruaje, que siempre se aleja y es ajeno. Más allá es una berlina, que surca una doble fila de árboles otoñales […] Pero en los óleos de Lía, casi siempre aparece una niña, la siempreviva y maravillosa escucha de los cuentos. […] Todas componen una turba de imágenes, exentas de rebuscamiento. En su maravillosa simplicidad, nos bañan con esa luz de poesía […] Están en la órbita de un mundo que existe y gira por sí mismo.

Revista Mundo Uruguayo, 18  julio 1956: “LIA MAINERO entró a pintar por descreimiento” por Paulina Medeiros (Especial para Mundo Uruguayo).



UNA CARTA INÉDITA 

“Querida hermaniya-
Hete aquí que estamos por mudarnos y hete aquí que es en la casa de al lado, pero mismo al lado, sin que siquiera haya una casa de separación. Esta es la primera vez que nos sucede, pues en nuestra larga serie de mudanzas siempre habíamos guardado las distancias, cosa más cómoda y saludable.
Mi casa ya ha quedado tan cuchillo de un lado como del otro, por lo que te darás cuenta, he vuelto a mi anormal normalidad. Ahí salió la mujer de Spencer con su crío. Parece irresponsable cómo anda. Hace media hora que salió y todavía no llegó a la esquina, pasa por entre las patas de los caballos y muchos autos, sin fantasear.
En cuanto a ese microbio complejo que me has mandado no sé qué decirte: la admiración ha enmudecido mi lira y la emoción me corta la palabra en cuatro.
Por suerte nos vamos a una casa más lejos de otra que están por alquilar unos que han llegado por aquí – son unos idiotas y nos estamos viendo con ellos, con Milonga – “Ahh! El alemán como puso esto le han puesto maderula!... ¡han descompuesto toda la arquitectura!” Estas son las sabias  palabras que escapan de los purpurinos labios de la dama vestida de terciopelo negro. 
Acaba de pasar el Pitoche, tuberculoso perdido y metido en un carrito como un pingajo acostado y lleno de esos cacharros de barro que venden los gitanos.  Hablando de gitanos me acordé de tu musa. Qué te pareció la conferencia? Milonga que es muy pretenciosa como tu bien sabes lo criticó en grande y dice que “es un frívolo comentador y un charlatán sin escrúpulos”. Acaba de llegar Perdiz te manda un beso.
Te estoy escribiendo una carta que parece que estuviera en otra ciudad, no? La tía de Josefa recién llega de España pero allá ya estuvo en otra casa que había chicos. Habla con ella. 
Bueno, señora mía, beso sus ducales manos
Lita

PD. Hoy todavía no voy  a salir pero mañana a ver si nos vemos en algún lado.

Al encanto que me mandaste lo colgaré de mi cabecera.




Notas.*

1. Sobre la vida y obra de Italia Ritorni (Mercedes, 1888 – 1986) véase Otro Arte en Uruguay, Linardi y Risso, Montevideo, págs. 23-25 y 170-171. El caso de Petrona Viera (Montevideo, 1895 – 1960) supone motivos  diferentes – sorda desde los dos años de edad- y una más compleja relación con las corrientes modernas, en las que fue formada. Pero las tres, Mainero, Ritorni y Viera, pertenecen a una misma generación de familias acaudaladas que educan a sus hijas por medio de institutrices y que ven en las artes una expresión de cultura liberal. Por tanto, el análisis comparativo, más allá de la fortuna dispar de la producción pictórica de las tres, puede resultar ilustrativo de un tiempo y de una forma de ver el mundo que se cierra precisamente con su generación.

2. “Retrato de familia”. Óleo sobre papel, 45,5 x 39 cm. 1952.


3. Jorge Romero Brest, El primer salón municipal de artes plásticas de Montevideo, Comisión Municipal de Cultura, 1940, pág 17 y 27.


4. Folleto de la exposición en Amigos del Arte, Montevideo, noviembre-diciembre 1954.


5. Carlos Herrera nos puso en conocimiento de la obra de Lía Mainero. Poco tiempo después la antropóloga Kirai de León, sobrina de la artista, se nos acercó para donarnos documentos (cartas, fotografías, recortes de prensa, catálogos) y contarnos sobre la vida singular de su tía. Poco antes de fallecer, Kirai, quien había estado vinculada al mundo del arte (fue la primer esposa de Nelson Ramos) donó al proyecto Arte Otro en Uruguay siete óleos y un número importante de dibujos de Lía Mainero.


6. No es fortuito que sus obras fueran expuestas en Amigos del Arte (Bacacay 1340) y en A.U.D.E. (Asociación Uruguaya de Escritores que quedaba en Bartolomé Mitre 1260), dos instituciones que excedían el ámbito de la pintura para abarcar otras expresiones como las literarias. La vida social de Lita, como vemos en sus cartas y en los recortes de prensa de la época, se desenvolvía también en torno a las conferencias y el mundo de los escritores.


7. “Exposición L. Mainero”, Diario El Plata, 8 de diciembre de 1954. Sin firma.



* Esta nota se publicó en La Pupila, Año 9, N° 44 noviembre, Montevideo, Uruguay 2017.






2 comentarios:

Unknown dijo...


Lita, no me es ajeno su nombre, alguien dijo en casa una vez, que era muy generosa. Yepes la describe admirablemente. Gracias por el rescate, la luz se cuela aún en la oscuridad más abigarrada.

Anónimo dijo...

Tengo varios cuadros de Lita, quisiera donarlos al Museo Nacional de Artes Visuales. Como hago?