La mayoría lo conoció
como el primer y fabuloso baterista de la banda uruguaya de rock La Vela Puerca, pero Lucas de Azevedo (Montevideo,
30/06/1976 - 31/08/2022) fue también un artista plástico singular. Muy
habilidoso con sus manos, construía unas miniaturas cargadas de sentido, pequeñas
piezas de arte que contaban historias y definían su filosofía de vida. El 6 de
abril del año 2009 entrevisté a Lucas en su apartamento en Pocitos, Montevideo,
para incluirlo en el libro Otro Arte en
Uruguay. Fui con una serie de preguntas preparadas de antemano (entrevista
estructurada) y tomé apuntes de la charla. Con esas notas escribí el texto que
se publicó en el libro ese mismo año. Hoy, recordando su cálida compañía,
comparto la entrevista y los apuntes, junto con las estupendas fotografías que
le tomó Pablo Bielli. Vaya este recuerdo como un homenaje a esta gran persona y
creador de insólitos mundos imaginarios.
Es un músico reconocido y como tantos un autodidacta –en arte y oficios– que siempre se ganó la vida con las manos. Pero en la adolescencia despuntó una afición distinta. “Miro a los aparatos con otros ojos que el común de la gente. Siempre observo cómo podría desarmarlos.” Radios, celulares, microondas, paraguas, bijouterie, hasta un ecógrafo que le obsequió un vecino veterinario. Las máquinas son meticulosamente reducidas, se tiran las carcazas y se ordenan sus componentes mínimos, escenciales. Con ellos Lucas de Azevedo recrea un mundo a la pequeña escala de sus ensoñaciones.
Las frágiles personitas sin rostro –giacomettianas figuras construidas con alambrecitos retorcidos– son sometidas a circunstancias impredecibles: un “Principito” medita sobre su pequeño planeta que es al mismo tiempo una granada flotante; un recolector de residuos tecnológicos conduce desde un carro –con un joystick– a un manso caballo androide; un escritor materializa en el acto a sus personajes de ficción. Tocadas con un humor sarcástico, estas “narraciones escultóricas” se alejan del universo práctico de las maquetas y de la artesanía tradicional para incursionar en el absurdo y en el comentario filosófico.
Una obsesiva
meticulosidad propia del modelismo parece dar cuenta de aquella observación de
Ruskin sobre los artesanos de las catedrales en la Edad Media, que se esmeraban
hasta en detalles que la vista del observador no alcanzaba, puesto que su
trabajo tenía como destino los ojos de Dios. Los historias de Lucas son también
una lucha por la salvación de la propia conciencia: dan cuenta de un conflicto
moral en un universo gris y anónimo, pero en donde la imaginación persiste
gracias los actos sutiles y las voluntades pacientes. (Pablo Thiago Rocca, Otro
Arte en Uruguay, Linardi & Risso, Montevideo, 2009.)
¿Cómo te ganás la vida?
Con las manos. Fui ayudante de un herrero que hacía
candelabros, también trabajé en carpintería, cuadrería… Todo eso fue entre los
20 y 25 años. Entre los 20 y los 28 años de edad fui también el baterista de la
banda La vela puerca, participé en sus tres primeros discos. Estudié hasta
ciclo básico. Luego hice tres años de técnico en dibujo publicitario y técnico
joyero, recibido en diciembre de 2008. Pero no me reconozco como un joyero. No
soy un creador de joyas. Entre julio de 2008 y mayo de 2009 fue (es aún al momento de la entrevista) monitor de sala del Museo Nacional de Artes
Visuales.
¿A qué edad empezaste a trabajar en tu arte?
Siempre tuve manualidad. Siempre me encantó desarmar
aparatos. En primero o segundo de liceo, Pablo Acosta y Lara, un amigo, me pidió
que hiciera un auto en miniatura. Tendría unos 14 años. Al principio me pareció
un pavada pero luego me entusiasmé. Logré una figura básica de hombrecito (que
no se ha modificado en lo sustancial). Por eso me resultaba difícil terminar el
liceo, no pude. Me pasaba el día desarmando cosas, metido en esto o tocando la
batería (es fanático de los Beatles y admirador de Ringo como baterista, posee
una nutrida biblioteca de “los genios de Liverpool”). De mis dos obsesiones,
ésta es más fuerte que la música. Pues la música no depende sólo de mí, en
cambio…
¿Alguien te enseñó?
¿Quién y qué técnicas o conocimientos?
Soy autodidacta.
¿Qué materiales usás?
¿Cuánto tiempo le lleva hacer una obra?
Soy de la idea de que hay que requechar cosas. Miro
a los aparatos con otros ojos que el común de la gente. Siempre veo cómo podría
desarmarlos. He ido alguna vez a comprar algo, a la feria de Tristán Narvaja,
por ejemplo. Pero en general consigo las cosas. Uso aparatos eléctrico de todo
tipo (radios, grabadores, celulares, microondas hasta un ecógrafo de perro que
pesaba una calamidad y que me regaló un veterinario), bijouterie, lentes y
empleo muchas varillas de paraguas. Desmonto toda la pieza, tiro las carcasas y
ordeno los materiales… soy un enfermo de esto (me muestra las cajas con los componentes
diminutos). El ómnibus (la pieza más
grande y la que presenta más figuras) me
llevó 4 o 5 meses. Nunca trabajé en varias a la vez. Trabajo de a una. Una vez
que la empiezo no paro hasta terminarla.
¿Cómo guardás las proporciones y las escalas de los objetos y personajes?
Tomo las medidas con la cabeza, mirando. La medida son los macacos (figuras). Hago a la escala de los personajes. Una vez calculamos con un amigo contador cuánto podría costar una pieza tomando en cuenta las horas de trabajo… es imposible saberlo. La chalana me llevó unos dos meses. Hay días que trabajo mucho, otros pocos y otros nada. Depende de mi ánimo. A veces, como con la chalana, tengo fotos de referencia. La del carrola hice a ojo. (El personaje que está sentado en el carro maneja al caballo con un control, como un joystick. Lucas vio una vez cómo un recolector de residuos latigaba a su caballo a mansalva, y el caballo resbalaba y sacaba chispas con los cascos porque no podía con el peso de la carga. Quedó muy angustiado y así se le ocurrió esta solución simbólica.)
¿Usás lupa?
No. Tengo muy buena vista. Pego todo con un adhesivo instantáneo. Recién ahora he comenzado a hacer alguna cosa con soldadura de joyería (soldadura de plata). Pero en general hago todo con “la gotita”. Parecería que tienen movimiento, como en el modelismo, pero en realidad con este sistema quedan muy duras, no se mueven. (Entre otras herramientas tiene un taladro de pie (especialmente comprado), un taladro con flexible (adaptado por él), piedra para pulir y afilar. Inventa otros instrumentos específicos, algunos muy sencillos pero efectivos como una pinza mocha, que me enseña. También posee muchas clases de destornilladores. Solía pintar todas las piezas con un spray color grafito. Todos con el mismo color. “Ahora la “ensucio” más, dejo matices.”)
¿Para qué o por qué lo hacés? (Si tiene una finalidad específica o lo hizo para alguien en especial) No tiene respuesta a esa pregunta.
¿Qué referencias
visuales has tenido, en qué o en quién te has inspirado?
Ninguna que yo sepa. Soy profundamente ignorante de lo que pasa en materia de arte. No conozco el medio ni los artistas. Recién ahora me están empujando para que salga a mostrar lo que hago.
¿Vendiste alguna vez?
¿Te interesa vender?
Increíblemente vendí en Artesanos Unidos (Montevideo Shopping) hace como 700 mil años. Unas motos… tenía como 14 o 15 años.
¿Alguna vez hiciste obras pensando en un lugar específico? (Escultura, pintura mural, gran tela, etc.)
No para un lugar. He hecho cosas a pedido. La tapa del disco “Y que dirán” de Kuropa & Cía, (Bizarro, 2007). También para una campaña contra la discriminación por el SIDA, cartelería (fotos de sus obras) que se llevó a cabo en México.
¿Quiénes han visto tus obras?
Nunca hice muestras. Sólo lo han visto familiares,
amigos, y esos trabajos (tapa del disco y campaña contra la discriminación) y
aquellas piezas que vendí.
Notas de P.T. Rocca
Lucas escapa a la
lógica del modelismo y de las maquetas, en cuanto en tanto con sus miniaturas despliega
escenas, sugiere historias. Sus obras poseen una narrativa que se mueve entre
lo lúdico y la crítica depresiva a la sociedad: la uniformidad y la
masificación están significadas con un color gris metalizado que cubre toda
superficie. Comparadas con el detalle minucioso de los aparatos que manipulan,
las figuras humanas de Lucas son muy simples, apenas unos alambrecitos
retorcidos. Sus obras “funcionan” precisamente porque la escala está en función
de estas figuras esbozadas. El “mensaje”, se concentra allí, en la pulsión
hacia la metáfora y la alegoría, más presente que el hallazgo surreal, que
también asoma por momentos (Parapente de hoja de plátano). Por ejemplo, un
Principito sentado, muy meditabundo, como el Pensador de Rodin, sobre un pequeño
planeta que tiene la apariencia, al mismo tiempo, de una granada flotante. Lucas
muestra admiración por la tecnología o más bien por la mecánica (“soy un tipo
bastante tuerca”) y desprecio por el pobre desarrollo moral de la sociedad.
Todo esto es algo, al parecer, muy poco meditado, muy poco consciente. Ha hecho
varias copias lisas y llanas, como un helicóptero, o un automóvil (un Morgan
del 29) con lujo de detalles. En casi todos los casos las figuras son
solitarias (salvo en el ómnibus, aunque también la mayoría de los personajes
están en lo suyo). Le pregunto si vio las esculturas de Hugo Nantes. “Nantes
era muy desprolijo… pero también es cierto que se movía a otra escala”. Cuando
le pregunto si esta obsesión tan meticulosa no es lo contrario a la descarga adrenalínica
de la batería (percusión) me dice que no, que tocar batería como él toca
(quizás sería así en otros bateristas, en un metalero, por ejemplo), implica mucha
precisión y coordinación, mucho control. Sus personajes son como él, solitarios
y sumergidos o saliendo de su propio mundo, al mismo tiempo que lo sostienen
materialmente con sus manos. Como un hombre que sostiene su cabeza hecha un
nudo o el escritor que construye a su personaje, lo materializa con la máquina
de escribir. El humor, sarcástico y liviano por la fragilidad de las figuras es
muy importante. Sin esa cuota como infantil y utópica, que no siempre aparece,
el trabajo no sería tan logrado. El hecho de que descomponga tecnología de
última generación (pienso en los celulares) para armar artesanalmente piezas
como carros o chalanas le da un sentido de vindicación local a su obra. También
el coche Morgan, porque es el de su vecino (no lo tomó de una revista o de Internet).
Algunos trabajos, como el interior de la chalana, cumplen con aquello que decía
John Ruskin… que los artesanos de la Edad Media tallaban ciertas piezas en
lugares donde la vista del hombre no llegaba, porque su trabajo era para los ojos
de dios (Dios que todo lo ve, también y principalmente los ve a través de los
ojos de la conciencia del artesano). Los aparatos de Lucas son también una
lucha por la salvación de la propia conciencia. Por eso sus mejores obras dan
cuenta de un conflicto, de cómo resolverlo (el carro tirado por un caballo
cibernético, las peripecias de los viajeros del ómnibus, el escrito, el que
vuela en el planeador que es una hoja de plátano…)
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