Las artes poéticas de Selva Casal


 “Cuando escribo no sé lo que escribo; me entero después que lo leo. Cuando pinto no sé qué voy a pintar, y cuando lo veo me doy cuenta, que era eso lo que quería pintar. Mejor dicho: el cuadro se hace solo. Me va guiando con sus sorpresas.”1  La poeta Selva Casal (Montevideo, 1927-2020) fue una pintora tardía y apasionada. Pero tal vez siempre haya estado pintando incluso antes de tomar los pinceles, del mismo modo que escribió, según confiesa, antes de saber cómo se hacía.


Foto de Walter Diconca, Montevideo, ca 2010

Yo crucé el océano en el vientre de mi madre”2 cuenta en una entrevista Selva Casal sin apartarse un ápice de la verdad ni de su registro lírico misterioso. En efecto, su madre, María Concepción Muñoz y su padre, el poeta, narrador y ensayista Julio J. Casal, habían perdido a una hija de seis años, Josefina, en España. “Desde antes que yo naciese, mi padre y yo estábamos confabulados. Me concibió desde una muerte oscura, terrible. Tú naciste porque yo quise que nacieras, me dijo él un día. Era cierto. Mi madre siempre en la nostalgia de una hija perdida.” 3 

Deciden volver a Uruguay, donde el padre retomaría la mítica revista Alfar fundada en la Coruña y que continuaría en Montevideo, ciudad en la que Selva nace a los pocos meses del arribo. Crece en un ambiente de estrechez económica, pero cargado de poesía y en contacto frecuente, diario, con artistas. No por casualidad sus hermanos, Julio, Rafael y su hermana María Inés también se dedicaron a las letras: “Allí sucedía lo insólito, lo que se escapa de la realidad y estábamos todos sumergidos en un clima como de ensueño. Mi padre tenía la educación y el don de la poesía. Mi madre el don de la fe”, confiesa en otra entrevista.4  

Pero su educación formal discurriría por otras vías. Selva estudió Derecho y se recibió de abogada en lo penal. Fue catedrática de Práctica Forense en la Facultad de Derecho de la Universidad de la República del Uruguay y docente de Derecho y Sociología en los Institutos Normales, hasta ser destituida por la dictadura cívico-militar. La causa de tal destitución fue la publicación del poemario No vivimos en vano, de 1975: “Hoy se me caen los ojos fusilados / con tres gendarmes enfrente de mi puerta / adentro de mi patria / el amor es un golpe / la juventud una llaga…” 

A través de su profesión, su conocimiento del mundo de la delincuencia y de la tragedia social se le impregnó para nutrir de lleno su poesía, lo que le otorgó una impronta humanista. Selva había empezado a colaborar en Alfar y desde su primer libro Arpa en 1959, Premiado por el Ministerio de Instrucción Pública, hasta el último, Abro la puerta de un jardín de plata (2016) no deja de escribir, publicar y recibir distinciones. En vida publicó 15 poemarios, sin contar las antologías. Su acercamiento a la pintura, en cambio, es bastante tardío, pasando los 50 años. 

La experiencia nos dice que la causa de que una persona mayor se interne en el mundo de la pintura siempre está subordinada a un acontecimiento emocional profundo. Habitualmente una pérdida. Pero, para ser justos con su condición de abogada, no estamos habilitados a conjeturar tal cosa.  Parece ser que al influjo de su segundo matrimonio, con el escultor torresgarciano Víctor Bacchetta, y de las charlas filosóficas con él y amigos como Héctor Garbarino y Mercedes Freire surgió esta necesidad de tomar los pinceles. Lo cierto es que una vez que comenzó, en la década del 80, no los abandonó. Tampoco con el regreso de la democracia ,cuando la restituyeron a sus cargos, ni luego de jubilada. Tanto que, aquejada de la enfermedad de Parkinson que le impedía hablar y desplazarse, sus brazos y sus manos, no obstante, se mantuvieron libres y en acción permanente.

Soledad y tradición. “Cuando se siente que ya nada es posible y nuestros pasos se hunden con una dureza tal, cuando el tiempo es un asesino oculto en la sangre y muertos y vivos se confunden en una misma soledad, en donde la locura tiene un íntimo equilibrio y nos lanza hacia las horas con sus manteles claros, a veces dulces, acaso desde una brizna, el poema comienza.” 5 Selva Casal está sola y no está sola. Está sola en un sentido pragmático y ontológico, ya que todas las personas lo están cuando pintan o escriben –la poesía de Selva es una soledad poblada de muertos tutelares–. Y no está sola porque participa de una de tradición que ha venido creciendo en las prácticas artísticas desde el siglo XIX. Nos referimos al hacer de hombres y  mujeres que incursionaron e incursionan, de manera bifronte, en los campos de la escritura poética y de la plástica. Para el caso de las mujeres, no se puede dejar de pensar en los nombres de Delmira Agustini, María Eugenia Vaz Ferreira, Amalia Polleri, Amanda Berenguer, Gladys Afamado, Rosa Cazhur, Virginia Patrone, Teresa Puppo, Magela Ferrero, Elián Stolarsky… y es seguro que esta lista adolece de olvidos. En algunas de estas creadoras –sobre todo Rosa Cazhur y  Selva Casal– la urgencia de sus imperativos expresivos las empujó, en materia de pintura, a las formas del arte ingenuo y lo que Jean Dubuffet llamó art brut, refiriéndose a las manifestaciones que no dan cabida a los convencionalismos y a las novedades culturales, y que parten de un sustrato irracional, por así decirlo, de una fuerte pulsión interior que parece dominar el acto creativo. No es el caso de Amalia Polleri, Gladys Afamado, Virginia Patrone o Elián Stolarsky que destacan primero como pintoras y grabadoras: tuvieron una sólida formación que apuntaló sus conocimientos y las convirtió en virtuosas en el campo de la plástica. Tampoco es el caso de Delmira Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira, que abandonan o al menos menguan, su actividad pictórica a favor de las letras. En Selva, la pintura es un arte otro que nada tiene que ver con la necesidad de exponer en museos, ni de hacer carrera como pintora. Es entrar en contacto con ese estado de gracia o una manera de tentar al secreto: “El secreto me ha preocupado siempre mucho. Me parece fundamental vivir desde el secreto […]  vivimos como lanzados de muchos secretos, secretos del amor, secretos de la amistad, secretos, cada día.” 6

El violín de Ingres. “Yo no busqué en la poesía la belleza, yo no busqué nada. Suelen sin embargo, producirse extrañas mutaciones, formas secretas de la alquimia y aquel dolor o aquella imagen atroz que nos perseguía, puede convertirse en ángel guardián.”7 En el idioma francés existe la expresión “violín de Ingres” para designar a una vocación lateral en la vida de un gran artista. “Esta expresión se utiliza cuando se hace referencia a la gran afición que, más allá de su actividad reconocida, sienten o practican los sabios de una u otra faceta”, dice Carlos A. Farraces Ortega. La locución surge, claro, en referencia a la vocación secundaria del pintor Jean-Auguste-Dominique Ingres y hay una famosa obra de Man Ray que reflexiona desde la ironía visual sobre esta expresión. Pues bien, la pintura no es en el caso de Selva su violín de Ingres. Dada la intensidad que presentan sus telas uno se vería tentado a decir que su obra plástica funciona como correlato de su obra poética. No, no corre en paralelo a su poesía, sino que ambas forman parte del mismo hálito. Es otro canal por donde circula la poiesis. U otra antena. Sin títulos, con pocas etapas discernibles –un comienzo con retratos y marinas, una serie de “rostros lunares” que muestran los sentidos clausurados o fuertemente señalados– su pintura se ofrece como una continua indagación formal y cromática asistemática y con pocas influencias a la vista: alguna reminiscencia cuneana, y en ocasiones una construcción áurea. Al igual que en su poesía, su pintura es de una gran potencia discursiva, carácter espontaneísta, torrencial, sin que ello medre la estructura compositiva. Pintura y poesía operan como máximas cargadas de emociones, tensionadas por fantasmas que se presienten o se insinúan. 

Selváticos. Conocíamos a Selva desde hacía mucho tiempo pero vimos sus pinturas por primera vez en mayo de 2014, en un homenaje que se le tributó sin que ella pudiera estar presente a causa de su enfermedad, en Vissi d’Arte, Montevideo. Allí, además de la exposición, se realizaron lecturas y performances por parte de jóvenes amigos y amigas de Selva. Eran los incondicionales “Selváticos” –así se hacían llamar–, entre los que siempre estaban Marcos Ibarra, Alicia Preza, Lucía Delbene, María Laura Pintos, Marisa Canut, Laura Alonso.... Ellos, junto a Roberto Genta –pronto fallecería–, Ricardo Pallares, Silvia Guerra y poetas que se fueron sumando –Claudia Magliano, Romina Serrano– propiciaron nuevos homenajes.  En algunos, se exhibieron sus pinturas, como en el realizado en la Fundación Nancy Bacelo en el 2015 y en el último en vida de la Biblioteca Nacional en el año 2019, cuando se exhibió una de sus obras. En octubre del 2022 en la Casa de la Cultura de San José de Mayo, en el marco de la IV Bienal Internacional de Poesía coordinada por Silvia Guerra y Regina Ramos, y este año en una sala del programa radial En Perspectiva se realizaron sendas exposiciones que comenzaron a develar una visión más comprensiva de esta faceta. Son sus hijos Pablo, Rosalía y Virginia8 quienes promueven de manera integral su legado. Varias obras pictóricas sirven de tapa para sus poemarios: El grito (Artefato, 2005), la antología Ningún día es jueves (Ediciones de Hermes Criollo, 2007), En este lugar maravilloso vive la tristeza (Estuario, 2011), Biografía de un arcángel, Estuario, 2012, con un cuadro dedicado a su hijo Mauricio que fallecía el año anterior), Y lo peor es que sobrevivimos (Amargord, España, 2013) Días sobre la tierra (Melón, Buenos Aires, 2013). También en los libros póstumos, reediciones o antologías, vienen precedidos en tapa por sus cuadros: Arpa, (Editorial Lisboa, Buenos Aires, 2020), Poemas de las cuatro de la tarde, (Editorial Lisboa, Buenos Aires, 2021) Yo estuve en ese lugar que no conozco (Linardi y Risso, 2021). Alfredo Fressia aseveró alguna vez que Selva escribía como respiraba: otro tanto se podría afirmar de su pintura. Es hora de que se conozca este decir, que no es un decir, sino otra forma de entrar en el misterio.

Pablo Thiago Rocca

Notas

1. Reportaje a Selva Casal tomado del documental Entre dos orillas realizado en 2011 por la video artista Bárbara Meyer y la escritora Concha García, y reproducido en la antología poética de Selva Casal, Yo estuve en ese lugar que no conozco, Linardi y Risso, Montevideo, 2021.  

2. Op cit.

3. Selva Casal. Mi padre, Julio J. Casal, Biblioteca Alfar, Montevideo, 1987.

4. Silvia Guerra. “Una conversación con Selva Casal: Como una araña trágica y bellísima“ MEC. Archivado desde el original el 17 de marzo de 2018. Disponible en https://web.archive.org/web/20180317232537/http://www.mec.gub.uy/academiadeletras/Investigadores/S.Guerra.htm

5.“Cómo comienza un poema” en Ningún día es jueves, Ediciones Hermes Criollo, Montevideo, 2007.

6.Silvia Guerra, op cit.

7.“Pórtico” en Ningún día es jueves, 2007.

8. A ellos el autor quiere agradecer sus valiosos aportes y el tiempo brindado.






Correspondencia y estado de gracia


Algún día se recogerán las dedicatorias que Selva Casal estampaba en sus libros para regalar a los amigos o se compilará su epistolario, deliciosamente escrito a mano. Ambas prácticas fueron una prolongación natural de su “estado poético”: imposible encontrar una palabra que no tenga el rigor o que carezca de la gracia que preside sus poemarios. Escogimos algunos fragmentos a modo de ejemplo.

"Cómo es Alicia? Alicia es verde y sonríe cuando me escucha hablar, pero sucede que yo casi no tengo voz y poco puedo decir aparte de que ese paisaje me está matando... Cómo es Alicia? Tiene un rostro desdibujado todo surcado de mares y a momentos parece que va a volar pero es cierto, vuela y se va, tan lejos que ya no puedo pensarla, algo así tienen todos los seres que he amado." En respuesta al poema de Alicia Preza, "Selva" del 23/05/2006.

"Allí vivimos en silencio cosas que no hemos visto. ¿Acaso la vida no es sólo un pretexto para conocer seres que podríamos llegar a amar? Cada poeta tiene un sentido de lo auténtico y si es fiel a sí mismo nunca podrá descifrar las voces que lo nutren ya que este mundo no es nuestro y apenas se percibe. Toda tu poesía Nina, es amor, ese que nace de la sinceridad y la ternura."  A Nina Reis por su poemario Desbocadas bocas del silencio,  Montevideo, 9/10/2012.

"Pienso que esta poesía que surgió en ti ahora, estuvo siempre. La palabra la buscó durante toda la eternidad hasta hoy que la posees convertida en otra y extraña realidad. Un poeta verdadero se palpa, se respira, casi diría que se nos mete en las entrañas porque así sucede: la devoramos y después nunca vuelve a salir, no llega la hora de devolverla porque ahora es nuestra, después de ella somos otros, para siempre distintos." A Gerardo Ciancio, comentando sus libros Arquitrabe y Cieno, Solymar, 12/5/2011

"Hay un aire secreto, fantasmal en tus poemas, me aventuro a decir que estos poemas personalísimos escalan un cielo muy íntimo donde todas las bicicletas del mundo resucitan extrañamente.Querido Thiago, las bicicletas también pasan para poder ser recordadas, como los pájaros, como nosotros mismos, como todo.  En Solymar yo andaba en bicicleta atravesando bosques llevaba a Virginia, casi al amanecer a la escuela íbamos atravesando bosques y charcos cuajados de rocío y todos los cielos se rendían a nuestro paso."  A Thiago Rocca por su poemario La bicicleta etrusca, Montevideo, 23/12/2014

Versión ampliada del artículo de Pablo Thiago Rocca " Vivir desde el secreto. Pintura y literatura de Selva Casal" publicado en el semanario Brecha, 29 de abril de 2023. N° 1953, págs. 22-23, Montevideo Uruguay


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