En memoria de Álvaro Ardao (Montevideo, 4/11/1960 – 4/1/2011).
Vivía para su arte. Álvaro estaba absolutamente compenetrado con lo que hacía, que era, básicamente, pintar y escribir. Escribir y pintar. En cuanto a la pintura, no podría decirse que tuviera un estilo. Más bien parecía una especie de Zelig, un camaleón. Por momentos podía ensayar un motivo chagalliano, pletórico de animales y formas luminosas y aéreas, pero luego viraba hacia un adolescente rebelde, que llena una hoja a rayas con garabatos de lapicera y frases sueltas. A veces se levantaba Picabia y se acostaba Matisse. Picasso y Miró. Tuvo siempre algo de “fauve”, no solo en el empleo en el color (“me identifico con la Escuela de París”) sino en su modo de pararse ante la vida: “Yo no puedo ir a un trabajo a marcar la tarjeta, ir de vacaciones a un balneario y retornar, volver al trabajo y a la familia.” Decía perseguir un ideal: quería ser un héroe cultural.
Cuando lo conocí hacia fines del 2007 se entusiasmó con el proyecto Arte Otro. Quiso participar de la exposición Arte Otro en Uruguay (Plataforma MEC, 2008), pero no figurar con una entrada personal en el libro homónimo (para el que diseñó un afiche). Por aquel entonces me llamaba todos los días a las horas más insólitas, arrastrando una voz ronca con la que iniciaba unos monólogos más bien interminables. Dejó de llamarme un día. Y le perdimos el rastro. Me enteré de su muerte años más tarde.
He tratado de respetar en esta entrevista realizada en su apartamento de Punta del Este, en enero de 2008, sus giros expresivos, su oralidad entusiástica, para no traicionar su gran pasión por el arte. Quería ser un héroe cultural. Y lo fue. No me caben dudas. Aunque hoy pocos conozcan su intensa obra.
¿A qué edad empezaste con el arte?
A los cinco años jugaba a ser pintor. Jugaba a colgar cuadros con cinta Skotch en la pared, ya me creía que era pintor. Era un botija que en la escuela, en la cartelera de la clase tenían todos mis dibujos colgados. La maestra de primer año de escuela. Y después siempre me reprendían porque me distraía dibujando en la clase, en el colegio, en el liceo. Ingresé a Facultad de Medicina mediante concurso porque había que dar un examen de admisión.
¿Sos de acá, de Maldonado?
Soy de Montevideo, vine hace seis años buscando una mejor calidad de vida. Y en Medicina teníamos mucho tiempo para ver los preparados de histología y todo eso y ahí traía algún libro para el tiempo libre, pellizcábamos algún libro y ahí me decidí y me dije: “yo me voy de acá”. Me fui de facultad y me inscribí en el Círculo de Bellas Artes porque en esa época, en la dictadura, no estaba la Escuela (de Bellas Artes). El Círculo de Bellas Artes es la primera institución artística. Al volver la democracia todos los que estaban en el Círculo se fueron a Bellas Artes.
¿Cuando fuiste al Círculo estaba como docente Héctor Sgarbi?
Sí, estaba Sgarbi. Ya en la secundaria María Freire nos enseñaba sus teorías del color. Esa estética un poco decorativa y geométrica de María Freire, hacíamos. Y después tuve a Sgarbi. Estuve luego un tiempo pintando solo, luego un día volví al Círculo, estuve con (Jorge) Damiani y después me fui y empecé a trabajar, empezaba a las 10 de la mañana y a las 7 de la tarde volvía.
¿De qué vivías?
En esa época vivía con mi familia.
¿En qué trabajabas?
En varias cosas. Surf Shop, librería, di clases… en la década del noventa.
¿Y tu familia te apoyaba?
Bueno, la única que me alienta a esto es mi vieja. Desde siempre. Mi viejo también en una época pero no compartía mi estética, lo que yo hacía. En cambio, mi vieja reconocía una línea, una conducta, una ruta, un sentido, un riel por donde circulaba yo constantemente. Y todavía hoy, a los 86 años me sigue valorando, apreciando y ayudando.
Nombraste a Sgarbi y a Damiani ¿qué técnicas o conocimientos te enseñaron?
La academia, el dibujo al natural. La teoría del color. Y yo me fui desempeñando. Yo me parecía a un pintor y Sgarbi me decía “Pará, que te voy a mostrar a Renoir, te quiero mostrar los dibujos de Renoir”. Bajaba a buscar un libro a la biblioteca, subía, me lo mostraba o me decía, “Leé esto”, el Tratado de la pintura de Leonardo. Y todo así... me enseñó a ser artista, una filosofía de vida. Lo demás, soy todo yo. Nadie me dijo un estilo. Nadie me dijo “hacé tal cosa”, como en el taller de Torres o de Pareja. Me dieron libertad para expresarme como quisiera.
¿Qué materiales usás?
Todos. Hago mucho laboratorio. Esto, por ejemplo, tiene pastel, acuarela, pluma Parker, Graypen, tinta. Es todo laboratorio. Y yo enseño a manejar los materiales. Porque claro, no podés pintar con óleo y arriba ponerle acrílico, se te despega. En cambio, ponés acrílico, se seca, queda como piedra y después metés óleo y no pasa nada. Todo eso requiere un conocimiento de los materiales. Aparte del efecto que logra en la lámina o en la tela.
¿Para qué o por qué pintás? ¿Tenés un motivo?
Para el ojo interior. Por amor a la vida, la alegría de crear, de perdurar. Porque el arte conjura todos los males, todas las calamidades. Te ponés a escribir, hacés un poema después de un desengaño brutal. Te morís y el arte sigue siendo parte de tí que está viviendo en otros. Porque es una gloria. Porque es algo místico, para mí es algo místico o loco, locura. Es algo que te entregás a la pasión totalmente. Es un poco el héroe cultural, ¿no? Poder llegar a trabajar encarnizadamente durante toda la vida en algo, por un ideal... Porque yo no puedo vivir sin un ideal, ese es el tema. No puedo ir a un trabajo marcar la tarjeta, ir de vacaciones a un balneario y retornar, volver al trabajo y a la familia. Si no tengo un ideal no me sirve. Soy un idealista. Soy loco de idealista. También escribo, escribo mucho. Tengo en internet un blog y en mi página web hay literatura mía, obra gráfica. Es a eso que yo apunto.
¿Vendiste alguna vez? ¿Te interesa vender?
Sí, he vendido y estoy vendiendo. De los 87 para acá he estado vendiendo.
¿Quiénes han visto tus obras?
Primero cuando era alumno del Círculo de Bellas Artes, en los salones, en la exposición del Círculo, en diciembre del 79. Después expuse... dejame hacer memoria, en la Casa de la Cultura, y después hice una retrospectiva, 100 obras, en el Museo San Fernando, también en la Casa de la Cultura. Eso fue hace un par de años. Sabés lo que pasa, yo pintaba para los eones, porque sí, porque era la alegría pintar, no pretendía ni vender, ni ser más rico con el arte. Yo pintaba y si vendía, vendía. No tenía en ese momento apremio económico y podía darme el lujo de pintar por placer, para el ojo interior. Pero una vez me vinieron a buscar a mi casa para que yo vaya a exponer la obra, entonces empecé a entrar. Porque vieron obra y me vinieron a buscar. Así me pasó a mí y así me hice artista. Es el destino. Y mi amor es el acto de pintar y haber creado una obra y saber que eso va a crear júbilo en otros.
¿Has hecho obra pensando en un lugar específico, casa, jardín, alguna escultura, mural, alguna pintura grande?
No, yo creo que soy intimista por naturaleza. Pero he hecho algunas maquetas para hacer en chapa y esas cosas. No voy a hacer escultura porque no tengo espacio físico. No he hecho cerámica que me gusta también. He pintado cerámica. Este apartamento tiene 44 m2. Entonces hago pintura y la guardo en carpetas. Para integrar espacios públicos no. Soy... el diálogo secreto entre el creador y el que lo ve. R. M. Rilke decía “el arte va de un solitario a otro sin rozar a las masas”. Y mi primo me decía “Y sí, pero el mundo está lleno de solitarios”. (Risas) Es así, tal cual. Entonces para esos corazones solitarios que se fusionan como una mancha de color, eso es lo que yo hago.
¿Estás viviendo de la docencia, de esto?
No, estoy medio "flojeli". Pero vamos a ver cómo viene el 2008.
Está bravo bancarse en Punta del Este.
Sí, pero no es muy caro. En un apartamento de Montevideo pagás muchísimo más. De gastos comunes, de agua, todas las cosas. Yo siempre venía acá en la parada 23, la casa de mi madre. Una vez me quedo en Punta del Este, tenía un dinero ahorrado y me compré a mitad de precio este lugar y acá me asenté y tá. Porque las circunstancias económicas del país estaban desastrosas y pude acceder. Fue en el 2002.
¿Cuál es tu dinámica de trabajo?
Empiezo de tardecita y sigo de noche. Trabajo mucho en la noche. Hoy me desperté a las cinco de la mañana y a las 7 me puse a ver el noticiero y luego me dormía hasta el mediodía.
¿Por dónde se comienza el cuadro?
Ah sí, todo eso es método y lo enseño. Es metodología mía. Hay dos cosas, la forma y el color. Lo principal como decía Ingres, cuando el dibujo está bien hecho el 90% del cuadro está bien hecho. Una forma primaria y una secundaria. Luego de la forma primaria va el color. Tenés que saber teoría del color, para saber qué luz le vas a dar al cuadro, qué color va junto con otro. Eso lleva añares, para saber qué luz es necesaria. Y por eso me identifico con la Escuela de París, porque los franceses vieron la luz. A Matisse le preguntaron una vez cómo ve el futuro del arte y dijo “la luz”. Entonces, después aparece la forma secundaria que es lo que vas viendo sobre la marcha y vas componiendo.
Entrevista inédita a Álvaro Ardao de Pablo Thiago Rocca realizada el 25/01/2008 en el apartamento del artista, en Calle 24 y 19, Punta del Este, Uruguay.
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